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Sobre la trágica muerte de Granados

Joaquim Zueras
Crítico musical



(Nº 42, Invierno, 2022)


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A VUELAPLUMA



Granados, en carta a su amigo, el compositor y pianista Joaquín Malats, declara:

He compuesto una colección de goyescas de gran vuelo y dificultad pianística... Me enamoré de la psicología de Goya, de su paleta. De él y de la duquesa de Alba, de su maja señera de sus modelos, de sus pendencias, amores y requiebros. Aquel blanco rosa de las mejillas, contrastando con blondas y terciopelo negro con alamares. Aquellos cuerpos de cinturas cimbreantes, manos de nácar y de jazmín posadas sobre azabaches, me han trastornado.

Aquella obsesión fue tomando cuerpo, siempre sometiendo el material al criterio de amigos y conocidos. Falla escribió:

Nunca olvidaré la lectura que, en casa de Joaquín Nin, nos hizo Granados de la primera parte de sus Goyescas. Esta danza tan luminosamente rítmica con la que empieza la obra, aquellas frases tonadillescas traducidas con tal exquisita sensibilidad, la elegancia de ciertos giros melódicos, unas veces impregnados de ingenua melancolía, otras de alegre espontaneidad, pero siempre distinguidos y sobre todo evocadores.

La primera serie de Goyescas se estrenó en el Palau de la Música de Barcelona en 1911 y en 1914 la dio a conocer en París. Este concierto fue la ocasión para que el director de la Opera le animara a convertir la suite en una ópera, con el proyecto de que se estrenara en la capital francesa, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial obligó a suspender el estreno. Otro amigo, el pianista Ernest Schelling, se encarga de hacer oír al empresario del Metropolitan Opera House de Nueva York algunos fragmentos de la obra y éste acepta representarla.

Granados y su esposa parten en el vapor Montevideo en invierno de 1915. El novelista Gabriel Miró, utilizando el recurso literario un tanto manido del presentimiento, escribió con afectación:

Hay una fotografía angustiosa de la partida hacia el triunfo y la muerte: Es el instante en que el barco arranca y los que van dentro sienten que ya caminan. Los hijos que estaban esparcidos entre la amorosa muchedumbre de amigos y discípulos se juntan y aprietan, sin buscarse, en la orilla del muelle, para ver más de cerca a sus padres. Y ellos lo ven: Granados, lívido, rendido, aprieta las manos en la borda del buque; la crencha negra le interrumpe, le apaga la claridad de su frente de ungido... La madre, recostada en el hombro de él, sonríe y es toda lágrimas.

El 28 de enero de 1916 se estrena Goyescas en el Metropolitan con gran éxito; incluso es invitado para dar un concierto para el presidente Wilson y el cuerpo diplomático en la Casa Blanca. Regresan a Europa y en Londres le ofrecen gestionar otra representación de la obra, pero según el historiador Andrés Ruiz Tarazona "el matrimonio tiene prisa por volver a visitar a sus hijos. Barcelona, la bella primavera de las Ramblas, los amigos, los alumnos, todo espera al triunfador de América".

El 24 de marzo de 1916, el matrimonio embarca a bordo del Sussex, un buque-correo que hace sobre el Canal de la Mancha el recorrido Folkestone-Boulogne sur Mer. Viajan 380 pasajeros y 50 tripulantes. A la altura de Dieppe, el barco fue torpedeado por un submarino alemán que lo confundió con un barco minador, lo que hizo que se tambaleara como si fuera a hundirse. En un LP de la colección “La obra completa para piano de Enrique Granados”, de EMI, Bryce Morrison reflexiona sobre el lamentable suceso:

La ironía fue cuadruple, en primer término porque Granados, viendo que se ahogaban su mujer, su madre y sus hijos, se arrojó en su ayuda, mientras que el barco y la mayoría de los pasajeros pudieron ser salvados; luego porque su muerte fue ocasionada por los alemanes en una época en que Granados trataba de introducir en su música elementos germánicos, en tercer lugar porque el nombre de su mujer era Amparo y, por último porque su desgraciado viaje contrariaba sus costumbres, ya que odiaba viajar por mar y se había prometido no visitar nunca América.

Debo confesarles que, desde 1978 en que adquirí el LP, he meditado muchas veces en las cuatro casualidades de Bryce Morrison, sobre todo en la de que teniendo por esposa a alguien que se llamase Amparo, uno esperara quedar al margen de cualquier accidente. Por lo demás, sus hijos estaban en Barcelona y, por tanto, se encontraban fuera de peligro. He tenido acceso a una crónica sin firma, publicada en la Vanguardia el 16 de mayo de 1916, con el título “Solemnes funerales por los esposos Granados”. En ella puede leerse:

El hidrófobo músico se tiró al agua sin saber nadar. Su esposa, experta nadadora, se lanzó para ayudarle, pero ambos fallecieron. La desesperación traicionó al músico, pues el Sussex pudo llegar a puerto.

De este corto relato podemos deducir que Granados no se tiró al agua para salvar a nadie, sino que quizás sufrió tal ataque de pánico que decidió anticiparse a lo que él creía una muerte segura. Sobre Granados, Andrés Ruiz Tarazona ya dejo dicho que era sugestionable: "las más imperceptibles alteraciones en lo previsto hacían mella en él como obstáculos insalvables".

Los funerales se celebraron en Barcelona, en la Casa Provincial de Caridad. Se interpretaron composiciones de Palestrina, Victoria, César Franck, Mozart, Bach, Mas i Serracant y un violinista ejecutó adagios de Haendel y Tartini; todo un pastiche estilístico. El duelo fue presidido entre otros por los hijos de Granados: Eduardo, Enrique, Víctor, Francisco, Soledad y Natalia. En el primer relato uno tiende a imaginarse una situación parecida a la del Titanic, aunque más breve y precipitada, con el protagonismo de un Granados heroico. Del segundo se colige que Granados tuvo un comportamiento desmedido por el que pereció él y su mujer.

En 1919 se publicó el libro Granados, crónica y desenlace. Un estudio bio-bibliográfico de 492 páginas, escrito por José María Rebés Molina. El libro deslumbra por su rigor y honestidad y, como ha dicho el musicólogo Albert Ferrer Flamarich, el autor barre sin presuntuosidad y con objetividad un sinfín de artículos y libros precedentes, sólo con las pruebas aportadas. Tras su lectura comprobamos que el barco nunca se hundió, la explosión lanzó al mar entre 20 o 30 personas y otras resultaron heridas por los materiales que arrancó el torpedo al estallar; pero lograr saber exactamente qué le sucedió a Granados y a su esposa en aquel momento es cosa que, con toda probabilidad, no averiguaremos nunca.

 


Escrito por Joaquim Zueras
Desde España
Fecha de publicación: Invierno de 2022
Artículo que vió la luz en la edición nº 42 de Sinfonía Virtual
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ISSN 1886-9505



 

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