Al Norte de Sierra Nevada se encuentran unos pequeños pueblos, casi diminutos, que conforman sus casas con anchos muros y lascas de pizarra. ¿Latitud norte? Sin embargo el viajero sabe que se encuentra en la provincia de Granada en cuanto ve, al profundizar en la fresca hombría veraniega, que muchas de aquellas viviendas aparecen encaladas. Blanquean y relucen con el sol de altura y evocan, a su vez, el recuerdo de otras pandemias ya superadas. El tenue verdor de los almendros vivifica la oscura piedra desnuda. Allí, velando por algo más de 600 almas reside un cura, Francisco Javier Jiménez Martínez, el nuevo canónigo organista de la catedral de León que, siendo sacerdote accitano se trasladará en septiembre a la sede leonesa tras ganar la plaza que se convocara en mayo de 2019.
El pasado 23 de junio tomó posesión como canónigo organista de la catedral de León. ¿Qué ha supuesto el nombramiento para usted?
Me ha supuesto seguir con mi servicio a la Iglesia en un lugar distinto y con una responsabilidad distinta. No puedo verlo ni como un honor ni como un privilegio, sino como un servicio de evangelizar a través del lenguaje de la música: a través del órgano.
Apenas una semana después cumplía 33 años. ¿Cuándo empezó a sentir interés por la música?
Desde la niñez, porque en mi casa siempre me han enseñado a apreciarla y valorarla. Mis padres me compraron un teclado con el que empecé de forma autodidacta. El interés por el órgano vino más tarde, en la adolescencia, durante los estudios de secundaria, cuando conocí a un profesor que empezó a introducirme en la música de este instrumento.
¿Y la vocación religiosa?
Pues también surge en la adolescencia, más o menos, a través del vínculo que me unía con la parroquia de mi pueblo y con los sacerdotes que la atendían. Así fue como yo empecé a descubrir en mi vida la vocación al sacerdocio, comenzando a servir a la Iglesia desde esa vocación particular en la que ahora mismo estoy trabajando, presidiendo las comunidades cristianas de distintos pueblos. Hasta ahora he estado destinado en tres localidades del Marquesado del Zenete, cerca de Guadix.
¿Los estudios teológicos tuvieron que ser compatibilizados con los de música?
Durante mis años como seminarista era alumno de la Facultad de Teología de Granada y estaba, a la vez, haciendo los estudios de Grado Profesional de órgano en el Conservatorio, con clase por la tarde. En la Facultad el horario era de mañana, por tanto podía asistir a todas las clases. Me supuso un gran esfuerzo ya que, durante esos años, prácticamente no tuve vida social ajena al ámbito académico y no pude, como muchos jóvenes, realizar actividad lúdica alguna, dedicándome a tiempo completo al estudio.
No se quedó tan sólo en una licenciatura en Teología sino que también realizó un Máster con una investigación en música sacra.
Sí. Realicé un Máster en Teología Sistemática, al final del cual tenía que presentar una tesina. Yo propuse hacer un trabajo sobre la música sacra a partir del motu proprio de San Pío X “Tra le sollecitudini”. En ese trabajo, bastante extenso, estuve analizando todos los documentos magisteriales sobre música sacra, ahondando en ellos mediante un estudio de valoración.
Su conocimiento sobre música sacra va mucho más allá de lo que es la práctica organística, sin embargo, también ha formado parte de algunos conjuntos instrumentales.
El estudio de la música sacra me ha servido para organizar algunas cosas: un curso internacional de música sacra y un seminario internacional de investigación con expertos de una calidad inigualable. Posteriormente, con los estudios superiores de órgano prácticamente finalizados, he estado vinculado a varios grupos, como por ejemplo, la Orquesta de Cámara Mediterránea o la Orquesta Clásica de Granada, en los que he estado trabajando el bajo continuo. También he podido crear una pequeña orquesta de cámara en esta comarca del Marquesado para poner en valor la cultura y los jóvenes de esta tierra.
Con todo lo que me cuenta, creo que su vida social ha tenido que ser necesariamente reducida. Hay que recordar que a todo esto hay que sumar el ejercicio de su ministerio sacerdotal (en Aldeire, Dólar y Ferreira) y la finalización de los estudios superiores de órgano en Valencia. ¿Cómo ha podido conseguir esto?
Eso me ha supuesto un sacrificio tremendo en lo personal, humano e incluso económico, porque he tenido que encontrar el modo de compaginar todo ello. Las parroquias tenían que estar siempre atendidas y tampoco podía descuidar el conservatorio. Tan sólo los amigos más próximos han conocido lo que este último tiempo ha supuesto para mí.
En una de estas parroquias ha desarrollado un proyecto de recuperación de un órgano.
Cierto. Cuando llegué a Aldeire me encontré con un instrumento del siglo XVIII en estado de abandono pero que conservaba todos los elementos mecánicos y sonoros en buen estado. No obstante, presentaba con gran acúmulo de suciedad, polvo y algunos elementos estaban deteriorados por el paso del tiempo. Así que me puse a trabajar, con la ayuda de cuantos forman parte de la feligresía de la parroquia, para conseguir la restauración que pronto verá la luz. Se trata de un órgano muy interesante, probablemente el único instrumento que se conserva del organero Francisco Martínez Rosales, y de los pocos que, con sus características, existen en la actualidad.
¿En qué fase se encuentran estos trabajos?
El órgano está terminándose y probablemente en el mes de agosto ya quede instalado e inaugurado.
En septiembre se incorporará definitivamente a su nuevo cargo en León. ¿Tiene en mente algún plan a desarrollar?
Pienso en algunos proyectos pero no tengo nada muy definido porque mi nombramiento ha suscitado algunas polémicas, envidias, e incluso acusaciones injustas, así que hasta que yo no pueda estar allí no podré valorar la oportunidad de hacer o no las ideas que tengo pensadas.
Su nombramiento se deriva de haber ganado el concurso-oposición a la plaza de canónigo organista que fue convocado públicamente mediante un decreto firmado por el obispo de León. Sin embargo, como usted mismo dice, se ha despertado una gran polémica.
El organista al que sucedo tiene la suerte de tener el mismo nombre que un gran musicólogo en la historia de la música española, Samuel Rubio Calzón, y, aunque méritos musicales pueda tener más o menos, quizás el mayor honor que ha tenido es llevar ese mismo nombre. Él se ha sentido con el derecho de atacarme, juzgarme y poner en tela de juicio mi capacidad profesional con el plus de no conocerme absolutamente de nada. Probablemente sólo sepa de mí lo que alguien haya podido hablarle malintencionadamente.
¿Quiere añadir alguna cosa?
Sí. Decir que el órgano de la catedral de León es un instrumento magnífico, fruto de un proyecto que inició Adolfo Gutiérrez Viejo. Animo a que todos los amantes de la música y de este instrumento a que se acerquen a la catedral de León para disfrutar de su sonido: tanto en la liturgia, que es mi oficio, como en los posibles eventos culturales que se organicen en torno al órgano.
Muchas gracias por su atención.
Ya está. Gracias a ti por escucharme y a Sinfonía Virtual por darme la palabra.
(Esta entrevista tuvo lugar en el mes de julio de 2020)