Conocí a Pepe, como le llamamos los amigos, una tarde en la terraza del Ateneo Cultural Huertano Los Pájaros, en la pedanía de La Arboleja, Murcia. Hacía relativamente poco tiempo que se había gestado la Peña Flamenca Los Pájaros, que después pasó a llamarse Murcia Flamenca por avatares de una historia que ahora no viene a cuento. Por aquel entonces, año 2011 o 2012, yo era un incipiente investigador flamenco, y la presencia de Pepe Gelardo me llenaba al mismo tiempo de alegría, orgullo y respeto, al tener a alguien como él entre nosotros, porque además quería hacerse socio de nuestra peña y así lo hizo: “estoy cansado de la otra, dijo”. Se refería a otra peña en la que estaba.
Pronto nos hicimos colegas y comenzamos a compartir vivencias en torno al flamenco. Tenía un humor ácido muy agudo y gustaba de hacer bromas sobre política o sobre historietas de flamenco, que se sabía miles. Cuando se sentía a gusto y había una guitarra cerca siempre se animaba a echarse un cantecito, algo que ocurría con frecuencia tras las galas, o cuando montábamos una comida entre los de la peña, yo le acompañé un par de veces y son de los momentos que más te acuerdas según va pasando el tiempo. Compartí mesa con él en algún que otro congreso, como el reciente de Archidona este verano, también como Jurado en nuestro concurso de cante, y un par de viajes, uno de ellos a Sevilla, a ver a sus amigos José Luis Navarro y Eulalia Pablo hace unos años, también grandes investigadores. Estar con él era siempre agradable, aunque los últimos meses se encontraba algo inestable emocionalmente por los reveses de la vida.
Para mí Gelardo era una de las principales referencias de la investigación flamenca. Sus libros ya llenaban mi estantería flamenca antes de conocerle. Obras como su biografía sobre El Rojo El Alpargatero y la de su hijo, su rastreo sobre la prensa murciana en flamenco: Otra cultura, otra estética. Testimonios de la prensa murciana del siglo XIX.Lo mismo en Málaga: El Eco de la memoria: El flamenco en la prensa malagueña de los siglos XIX y principios del XX. Miguel Hernández y el flamenco. ¡Viva la ópera flamenca! Que tuve el placer de presentar en la Universidad de Murcia. Con el flamenco llegó el escándalo, Carmencita Dauset, una bailaora almeriense… y muchos otros, son referencias obligadas para todos.
La rigurosidad de Pepe en sus trabajos ha sido un modelo a seguir. Le debemos mucho todos los que investigamos en materia flamenca. Si además es Murcia el lugar en cuestión, ha sido el principal referente, ya que nadie como él ha mostrado la historia del flamenco en nuestra región. Ultimaba un libro sobre el cante minero flamenco de La Unión en el siglo XX, el cual tenía gran ilusión de presentar en la próxima edición del Festival de Cante de las Minas y sobre el que me pidió que yo presentara hacía tan solo un escaso mes. Esperemos que el libro vea la luz y podamos disfrutar de su última obra.
El legado de José Gelardo es importantísimo, y la deuda contraída por esta región con su figura enorme, ya que ha aportado muchísimo al conocimiento de la historia de Murcia. Pepe se merece un homenaje, una calle en la ciudad que le recuerde y el tributo de sus ciudadanos hacia un hombre que ha dedicado su vida a la enseñanza y la investigación en mayúsculas.
Te echamos de menos Pepe. Buen viaje donde quiera que estés, flamenco, pero a compás ¡eh! ¡y no te olvides del sombrero! Cuando nos encontremos de nuevo nos echamos un cigarrito y nos tomamos un vino juntos. Hasta entonces amigo.