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Las huellas de Dios de José Carlos Gómez

Norberto Torres Cortés
Universidad de Cádiz



(Nº 45, verano, 2023)

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DISCOGRAFÍA


José Carlos Gómez. Las Huellas de Dios. Amorarte Music, autoproducción, Algeciras, 2023

Hemos reseñado en las páginas de esta revista los dos primeros opus del guitarrista de Algeciras José Carlos Gómez, Origen y Pasaje Andaluz (nº 39, Verano, 2020), concertista cuya reciente carrera en solitario venimos siguiendo desde hace algunos años, dada su relación y proximidad geográfica y estilística con su paisano Paquito de Algeciras. Siguiendo en su línea indie de músico y productor de música flamenca desde la independencia, recurre ahora a una nueva forma de financiación para su tercer opus, Las Huellas de Dios, para rendir homenaje, con una campaña de crowdfundind, a su principal fuente de referencia.

Más que tributo, se podría deducir, con el título y la portada, que se trata de una producción para rendir culto al añorado músico de la Isla Verde, como apodó a Paco de Lucía su amigo del alma Félix Grande, el hijo de la portuguesa llamado a ser una de las principales referencias del flamenco contemporáneo. Por este motivo, cabe interpretarla desde una doble perspectiva, poética desde el ámbito de religiosidad popular andaluza, y musical, con nueve temas para poner sonido y recordar las huellas poderosas sobre la apreciación que José Carlos Gómez tiene de Francisco Sánchez Gomes.

El tono poético que preside una interpretación mística más allá de la razón, lo da el cantante de jazz fundador del grupo Dolores, Pedro Ruy Blas, cuando escribe en el texto del libreto que:

La buena música, al menos para mí, está llena de misterios. Porque las hay que cuando se escuchan a solas con los ojos cerrados, como a mí me gusta, dora los sentidos, como los reflejos de la luz del sol entre la primavera y el verano, a través de las ramas de los bosques o a lo lejos, sobre el mar bajo las nubes blancas, descubriendo al niño, que maravilloso es llenar la mirada de luces y sombras, escuchar los sonidos que van y vienen, el ritmo de las ruedas del tren, el tic-tac del despertador en la mesilla de noche del padre, lo bonito que canta coplas una vecina a la que oyes por el patio, o el cariño en las voces con que hablan las personas que le aman. Esta sensación de puro bienestar se ha repetido a lo largo de mi vida en ocasiones escuchando música y no siempre. Solo la que tiene un denominador común: la gran belleza.

Estar a la escucha del paisaje, el del entorno natural y humano para, desde lo imaginario, levitar y entrar en otro mundo de sensaciones, entre ellas y principalmente, las sonoras. No es difícil reconocer aquí la variante de una forma particular del ámbito familiar y local mediante vivencias colectivas, conocida como religiosidad popular. José Carlos Gómez rinde culto a Paco de Lucía desde la pasión, y añadiríamos la fe, que siente por su adorado y sagrado paisano. Desde el lugar donde reside, Algeciras, una actitud frecuente en multitudes de andaluces y andaluzas, la del “pueblo llano”, y sus particulares formas festivas de expresión, derivadas de la cultura católica tan presente en esta región.

El relato de su peregrinaje musical por la vida y obra del que no pocos flamencos refieren con respeto como “San Paco”, se refleja en nueve etapas. Sonidos de laúd árabe, de lluvia y truenos, de una voz flamenca con guitarra rasgueada de una grabación de pizarra, la célebre letra por soleá de Cádiz “Hasta la fe del bautismo” que grabaron los Chiquitos de Algeciras allá a principios de los años 60, truenos y más truenos, voces sentimentales con sabor a pizarras de niños cantando flamenco, “Algeciras 1947” iniciará el disco para poner sonido ambiental al nacimiento de la criatura, llegada a este mundo el 21 de diciembre de 1947.

Con “Calle San Francisco” ya daremos un salto al siglo XXI y al impecable trabajo de José Carlos Gómez como arreglista y productor, para escucharlo tocar y cantar por campanilleros mecidos a compás de bulerías lentas en tonalidad menor y mayor, la celebración del niño nacido en las navidades del 47, rodeado de gitanos y ruiseñores.
Con “El Greco” y su tono optimista por colombianas, evocará otro feliz rito iniciático, el de la profesionalización e intensa primera gira de Paquito de Algeciras a EE.UU, compartiendo vivencias y travesuras con su hermano Pepe de Algeciras en la compañía del bailarín/bailaor mexicano José El Greco. Evocación musical de paso a uno de los más célebres estándares del de Lucía, la colombiana “Monasterio de sal”, del disco Solo quiero caminar (1981).

El callejero por la geografía sentimental del hijo de Antonio y Luzia seguirá por “Calle Ilustración”, con el traslado de la familia a Madrid, en forma de bulería airosa para recrear varios detalles que Paquito de Lucía y su natural soniquete fueron sembrando en la forma rítmica por excelencia del toque flamenco.

Qué duda cabe que Francisco Sánchez Gomes aflamencó el toque por rondeña de Ramón Montoya, aportándole personales tensiones disonantes, como lo hizo Camarón de la Isla llevando la estética lírica de la taranta a la del desgarrador taranto. Fusión de las melodías del gitanito cañaílla con las armonías del algecireño, ambos se atrevieron con juvenil rebeldía nada menos que grabar una propuesta de nuevo cante y toque, la canastera, a ritmo de fandango de Huelva y sonoridad tarantera, uniendo los dos extremos de Andalucía y sus márgenes. Con “El Mesías”, José Carlos Gómez propondrá su propia versión tocada y cantada de esta aventura discográfica que unió durante más de dos décadas a los dos renovadores gaditanos de oro del flamenco. Referencias obligadas al toque por rondeña de Paco de Lucía, un clásico ya de la vieja y nueva sonoridad disonante del flamenco contemporáneo, que el propio Paco eligió en su momento para recordar en LuZia (1998) al recién desaparecido Camarón, fallecido el 2 de julio de 1992 a la edad de 42 años.

Bellísima resultará la colaboración de otros dos gaditanos inquietos con mente abierta hacia “Un Nuevo Mundo”, el guitarrista de jazz flamenco Tito Alcedo (Barbate, 1958) y José Carlos Gómez (Algeciras, 1972). Un acierto, según nuestra opinión, el haber basado en el diálogo recíproco de una guitarra arpegiando y otra improvisando sobre ritmo de rumba, la evocación del periodo de colaboraciones de Paco de Lucía en otra dimensión, los tours mundiales con John Mac Laughlin, Larry Corryell, Al di Meola y Chick Corea. Lejos de demostraciones de malabarismos con más y más escalas, el resultado será una rumba sentimental, casi intimista, a media voz, para rendir tributo a la variedad de registros y paletas sonoras que Paco de Lucía ha aportado a esta forma flamenca, habitualmente asociada a lo chabacano y frívolo. Inagotable ingenio gaditano para dar profundidad a lo aparentemente superficial, componer y tocar por rumba tiene su guasa seria.

Esta profundidad se prolongará a modo de eco en el tema siguiente, “Antonio y Luzia”, un toque por granaína de los llamados “libres” en el flamenco, o sea sin ritmo, puro lirismo a flor de piel para recordar al padre y a la madre de la criatura. Otro acierto, siempre según nuestro punto de vista, con la elección de este toque para evocar y ampliar el territorio sonoro de Levante de Francisco Sánchez Gomes. Habitualmente identificado con su toque por rondeña o con la taranta “Fuente y Caudal”, viene a ser una forma de recordarnos que precisamente en este célebre disco de 1973 que catapultó al tocaor y concertista hacia el estrellato con su rumba “Entre dos aguas”, el joven algecireño maduró y renovó la sonoridad del toque por granaína, la primera y más antigua sonoridad levantina documentada como “murciana o granaína” , y que fundamentaría las que llegaron con el siglo XX y sus vanguardias: por taranta, por rondeña y por minera. El palimpsesto toma forma después de cada nueva escucha, y José Carlos Gómez nos revela cómo “Reflejo de luna” de Paco de Lucía está construido sobre trazos de clásicas falsetas tradicionales que le precedieron. Toda una lección y reflexión sobre el proceso de creación en el flamenco, donde lo antiguo y lo moderno vienen a ser una misma cosa, un imaginario y unas referencias estáticas, renovados por un perpetuo movimiento dinámico, el paso de la propia vida.

Con “Xpu Ha!”, el nombre de una playa del Caribe evocadora del periodo de Paco robinsón, cerca del Atlántico, lejos del ruido de un mundo cada día más desesperadamente globalizado, en soledad y solo rodeado del cordón de sus íntimos, José Carlos Gómez ahonda aún más en el estado anímico de lobo solitario de Francisco Sánchez Gomes. La armónica de Diego Villegas, a sola, dará de entrada el tono para pintar el paisaje nocturno del océano, o de cualquier llanura. Como si fuera una milonga de Atahualpa Yupanqui, José Carlos Gómez parece comunicar y entrar en un nuevo espacio de paz solitaria que, con sus tonalidades menor y mayor, recuerda la iniciática referencia de paz de “Calle San Francisco”. Evocación de la infancia desde la vejez, “buscarse a sí mismo” como rezan los flamencos para alcanzar máximas cuotas de expresión, quizás sea José Carlos Gómez con su propia búsqueda de las huellas de Paco de Lucía, el que pone de manifiesto en este tema sus excepcionales capacidades para cantar melodías sentimentales a través de la guitarra.
Esta fusión entre la propia personalidad y la del homenajeado quedará confirmada con “Eterno”, último corte del disco, una bulería pastueña que deviene con naturalidad en rumba, reuniendo lo flamenco y lo latino como expresión de las huellas de Paco de Lucía por el universo flamenco. Dos guitarras arpegiadas en ambos lados, para que una tercera cante desde el centro, soniquete de palmas sordas, la voz grave de José Carlos Gómez -que nos recuerda en este caso puntual a la de Vicente Amigo- estribillo de coros masculinos acamaronados con “pellizco”, o sea acento agudo en el remate, brusca y a la vez suave modulación para entrar de repente en la rumba, con ecos entre dos aguas, percusiones latinas, nuevos coros masculinos evocadores de las maneras airosas de Alejandro Sanz, coros femeninos agudos para reforzar el mensaje del valor de la música de Paco de Lucía como “eterno manantial”, el bajo que se suma para reforzar los coros, pads que entran a su vez como fondo sonoro, y el sonido de las olas del mar para cerrar un tema casi sinfónico a su manera, que refleja las múltiples influencias que el universo Paco de Lucía ha dejado en el flamenco. En este caso el de la producción, manipulación y selección de sonidos consciente y lentamente madurados en su proceso creativo, como huellas de un camino por donde sigue transitando una de las expresiones contemporáneas de la música flamenca, desde “lo jondo” y el toque en solitario, a la canción pop aflamencada producida en estudio, y compartida en el escenario.   
 

 

Escrito por Norberto Torres Cortés
Desde España
Fecha de publicación: verano de 2023
Artículo que vió la luz en la edición nº 45 de Sinfonía Virtual
www.sinfoniavirtual.com
ISSN 1886-9505




 

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