Sello: Azumi Nishizawa (autoproducción) 2021.
Azumi Nishizawa es una pianista clásica. O mejor dicho, lo era. La japonesa, que se inició hace más de una década en las lides de la discografía con autores clásicos de la literatura pianística como Falla (2010 y 2012), Albéniz (2015) y Debussy (2018), sorprende ahora con un giro dialéctico. Bellissimo, que es el nombre que toma este último trabajo, supone un desplazamiento del centro del repertorio a la periferia, en un camino hacia la heterodoxia guiado por el buen gusto. Y con ello no me estoy refiriendo a los pobres compositores sino a tantos desorientados intérpretes que siguen intentando ajustar sus brújulas desde la técnica, como si ésta fuese la parte y el todo de la interpretación, pasando completamente de largo sobre el programa, puesto que éste (¡cómo no!), pertenece al repertorio tradicional del instrumento en cuestión. Y de este modo no solo hacen decir al compositor aquello que, probablemente, nunca dijo, sino que hacen del público un aplaudidor inconsciente y de su oficio un automatismo que aporta poco más que la unión de dos apellidos en un programa de mano en una época en la que llevamos, en nuestro propio móvil y casi sin saberlo, la completa discografía de cuantos autores clásicos podamos imaginar.
Nishizawa, que nunca ha sido del todo una clásica pianista, llevaba ya años aportando una duplicidad artística de sí misma. Mientras que en la discografía mostraba un modo de ser, sus repertorios de concierto iban en otra dirección. Puntos de cruce nunca faltaron puesto que su interés tanto por la música española como por la vanguardia francesa de principios de siglo XX eran patentes, aunque si renunciar a presentar obras de otros quizás no tan cómodos para el público actual: Guridi, Mompou o Tárrega, por no hablar de autores japoneses bastante más posteriores como Kozaburo Hirai, Ryūichi Sakamoto, Akira Ifukube o Tōru Takemitsu. Todo ello con una siempre característica pulcritud de toque en el que cada detalle era el resultado de un profundo análisis al servicio de la obra.
Fruto maduro de la pandemia o quizás reflexivo producto de la misma, Bellissimo (febrero 2021) se trata de un conjunto de obras de autoría italiana cuya cronología va desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX. Las dos primeras piezas resultan la excepción, con Gluck y Liszt, aunque en realidad vinculadas a la producción italiana: el primero por medio de su libretista Calzabigi con la Danza de los espíritus felices de Orfeo ed Euridice; y el segundo a través del arreglo para piano las Soirées musicales de Rossini, escogiendo Nishizawa la conocidísima “Tarantela Napolitana”: poderosa, ágil y viva. El resto del disco lo conforman una colorida paleta de piezas de Leoncavallo, Puccini, Ponchielli, Respighi, Cilea, Casella, Pizzetti, Castelnuovo-Tedesco, Rota y Mascagni.
El título, aun a riesgo de resultar pretencioso, es de lo más justo, ya que no parece otro el criterio por el que han sido agrupadas tan variadas plumas. La italianità de los autores es un elemento transversal que toma cuerpo a través de un particular elemento: la melodía. Ésta es una constante en todo el disco, nítida, clara, desvelada en toda su transparencia. Nishizawa juega y se recrea con ellas, las hermosea y las expone con una delicadeza conmovedora.
Esta ya mencionada italianità se vislumbra también en una serie de paradigmas que se ligan con el ser, sentir o pertenecer a la historia o la cultura italiana. En el país de los contrastes, de los dialectos, de las diferentes tradiciones históricas no es fácil determinar qué es y qué no identidad conformante. Así pues, los paradigmas en Italia devienen casi por necesidad en estereotipos que suelen contar con más aceptación externa que interna. De tal modo que son visitadas las barcarolas (lógicamente venecianas), las canciones populares (napolitanas, ¡cómo no!) o incluso la filmografía de Fellini a través de la banda sonora de Nino Rota para Casanova (1976).
Se aprecia una larga línea romanticista (e incluso postmoderna, diría yo) que hilvana la selección de composiciones y que se expresa en el mismo subtítulo: Brani di musica italiana romantica e post-romantica. Sin embargo, probablemente el trabajo más valioso de Azumi Nishizawa, junto con el de la propia interpretación, está en el exquisito trabajo de recuperación que ha supuesto pese al marco temporal que abarca. Estamos (mal) acostumbrados a que este tipo de propuestas vayan de la mano de repertorios antiguos, como si todos los trabajos de los últimos años hubiesen sido editados, grabados o, más aún, estrenados. Nishizawa ha llevado a cabo un minucioso trabajo que corre el riesgo de pasar completamente inadvertido para el oyente, ya que una mayoría del repertorio no cuenta con una edición moderna de la obra aunque sí que haya registros sonoros previos de buena parte del mismo. Esto es, con buena probabilidad, la razón de que las productoras discográficas no hayan mostrado el suficiente interés y que el disco haya sido autoproducido.
En conclusión: una antología bien escogida que da como resultado una propuesta genuinamente bella, fruto de un trabajo de investigación plausible que goza de un carácter propio. La interpretación preciosista de una colección de piezas italianas que, sin contar con patrocinio alguno, se enmarcan con la cuidada presentación, en blanco y negro, de aire art nouveau, que centra a una figura japónica femenina, quizás de la propia Nishizawa.
Escrito por Álvaro Flores Coleto
Desde España
Fecha de publicación: verano de 2022
Artículo que vió la luz en la edición nº 43 de Sinfonía Virtual
www.sinfoniavirtual.com
ISSN 1886-9505 |