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Minueto de Alessandro Stella y la filosofía melancólica
de Maupassant

Daniel Martín Sáez
Doctor en Filosofía



(Nº 36, Invierno, 2019)


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DISCOGRAFÍA


Este disco es el resultado de una idea interesante: hacernos escuchar varios minuetos, interpretados al piano, mientras leemos un breve relato de Guy de Maupassant titulado, precisamente, «Minueto» (Menuet, en francés). No otra cosa encontramos en el cuadernillo que acompaña al CD. Nueve páginas para reproducir el brevísimo relato en tres idiomas: italiano, inglés y el original francés. Por desgracia, no está en español, aunque es bastante fácil conseguir el relato en Internet. Tampoco aparece información sobre el pianista que interpreta los temas, ni sobre los compositores, ni sobre las obras, citadas sin más en la portada y la contraportada. El pianista es Alessandro Stella y la selección de minuetos es maravillosa, abarcando desde el siglo XVII hasta el siglo XX.

Entre Henry Purcell y Samuel Barber, podemos disfrutar de veintiún minuetos firmados por compositores siempre distintos, a excepción de Händel, que aparece dos veces. Son los siguientes:

  1. Henry Purcell (1659-1695) 
    Minueto en La menor, Z 649 (00:56)
  2. Georg Friedrich Händel (1685-1759)
    Minueto en Sol menor, de la Suite en Sib mayor HWV 434 (2:32)
  3. Johannes Brahms (1833-1897)
    Minueto I en Sol mayor y Minueto II en Sol menor, de Serenade No. 1 en Re, Op. 11 (arreglos para piano de Clara Schumann) (4:20)
  4. Lodovico Maria Giustini (1685-1743)
    Minueto de la Sonata en Do menor, Op. 1 No. 2 (1:06)
  5. Ricardo Viñes (1875-1943)
    Minueto espectral en memoria de Maurice Ravel (3:02)
  6. Franz Schubert (1797-1828)
    Minueto en Do # menor, D 600 (1:30)
  7. Isaac Albéniz (1860-1909)
    Minueto del gallo de la Sonata N. 5, Op. 82 (2:14)
  8. Johann Sebastian Bach (1685-1750)
    Minueto en Sol menor, BWV 842 (1:05)
  9. Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
    Variación VI en Re menor, de 9 Variaciones sobre un Minueto de Jean Pierre Duport K 573 (2:28)
  10. Ludwig van Beethoven (1770-1827)
    Minueto en Sol mayor, WoO 10 No. 2 (1:52)
  11. Jean-Philippe Rameau (1683-1764)
    Minueto segundo, de la Suite en Sol (Nouvelles Suites de Pièces de Clavecin) (1:08)
  12. François Couperin (1688-1733)
    Minueto en Sol menor, de las Pièces de Clavecin Premier Ordre (1:31)
  13. Haydn (1732-1809)
    Minueto, de la sonata en Sol mayor N. 5, Hob. XVI/11/ (2:08)
  14. Krieger (1651-1735)
    Minueto en La menor, de Sechs musicalische Partien, Partita N.6 en Sib mayor (1:00)
  15. Dussek (1760-1812)
    Tempo di minuetto con moto. Canone alla seconda,
    de la sonata en Fa menor, Op.77 "L'invocation"(4:30)
  16. Domenico Scarlatti (1685-1757)
    Minueto, de la Sonata in Re menor K 77 (1:09)
  17. Domenico Zipoli (1688-1726)
    Minueto, de la suite en Re menor (00.59) 
  18. Antonin Dvořák (1841-1904)
    Minueto en La# mayor, Op.28 N.1 (6:33) 
  19. Maurice Ravel (1875-1937)
    Minueto sur le nom d’Haydn (2:02)
  20. Georg Friedrich Händel (1685-1759)
    Minueto en Sol menor de la suite en Si# mayor HWV 434
    (arreglo de Wilhelm Kempff en “Music des Barock und Rokoko” No. 13) (3:31)
  21. Samuel Barber (1910-1981)
    Minueto, en Themes, N.1 (00:59)

En el relato de Maupassant, Jean Bridelle, un quincuagenario que asegura no impresionarse con nada, rememora sus años de juventud cuando, entregado a una philosophie mélancolique, se dedicaba a pasear en solitario por un vivero «de otro tiempo» de los parisinos Jardines de Luxemburgo, un jardín «bello como la dulce sonrisa de una anciana». La verdadera historia comienza cuando una mañana aparece allí, donde creía caminar solo, un anciano. Fascinado por su aspecto, empieza a interesarse por él, incluso le espía, hasta que un día le observa hacer lo aparentemente imposible para su edad: bailar.

Cuando por fin se atreve a conocer al anciano, descubre que es un antiguo maestro de baile de la Ópera de Luis XV. Los Jardines de Luxemburgo son un lugar idóneo para entender ese momento. En la época de María de Medici, cuando comenzó la historia de aquellos jardines, el minueto aún no formaba parte de la corte, pero sería su programa cultural, que hunde sus raíces en los famosos bailes de Catalina de Médici, el que acabaría cristalizando con otro florentino, Jean-Baptiste Lully, en la época de Luis XIV. Esto hace especialmente extraño que Lully no aparezca en este disco, pese a haber sido el primero en componer un verdadero corpus para sus ballets y óperas. Pero volvamos a la historia. Una tarde, junto a su mujer, una famosa bailarina, el anciano ofrecerá al joven una sencilla definición de minueto:

El minueto, señor, es la reina de las danzas, y la danza de las reinas. ¿Comprende? Al desaparecer los reyes, desaparecieron los minuetos.

Esta definición aparece (en inglés) en el cartón del CD y da sentido a su escucha.
La fórmula recoge una realidad que, seguramente, explica la «filosofía melancólica» del protagonista. Tras la revolución de 1789, a la que se enfrentaría el sucesor de Luis XV, nació una sociedad donde se ganaron muchas cosas, pero también se perdieron otras: antiguos valores, jerarquías, formas de amor y belleza. El minueto, como demuestra este disco, fue una de ellas, aunque acabara transformándose en un género instrumental (en las sonatas, sinfonías y cuartetos), cada vez más ajeno a la ópera y a la danza, y por tanto a la humanidad característica que respiran los personajes del relato. Pero tampoco hemos de olvidar que la transición de un género a otro, en el fondo, estaba ya prevista en esta época, a través de las suites y los minuetos para tecla. Pese a la distancia, los minuetos de Bach, o los preciosos minuetos de Händel, responden a la brevedad, sencillez, dignidad, tempo moderado y elegancia de los minuetos franceses.

El disco es una invitación la danza a través de la literatura. El cuento de Maupassant culmina con la desaparición del jardín, dos años después de este mágico encuentro, donde los ancianos ofrecen al joven el que debió ser su último baile. Este baile en pareja es lo único que conmueve al ya quincuagenario a quien nada impresiona, atrapado en un mundo que ya no existe y al que sólo ha podido asomarse, como en un sueño, a través de un recuerdo imposible. La melancolía de Maupassant, sin embargo, esconde un secreto. Luis XV falleció en 1774. Los ancianos del relato, suponiendo que hubieran existido, debieron haber fallecido mucho antes de que Maupassant naciera en 1850. Pero resulta (he aquí el secreto) que el parque de su relato no desapareció hasta 1867. El relato de Maupassant (que apareció en 1882) mezcla así el fin del absolutismo con la nostalgia de su propio tiempo, marcado por la literatura fin de siècle, tan cerca de un mundo que se acababa sin remedio. La cara más negra de esta conciencia la podemos observar en una obra publicada por Max Nordau poco después, Degeneración (Entartung, 1892), un término que ha llegado a nosotros a través del nazismo y que, sin saberlo, dio la razón a la filosofía nostálgica de Maupassant, que ese año de 1892 sería ingresado por sus problemas mentales. ¿Hay algo más ajeno a la moderación de los minuetos?

Imaginemos que los ancianos existieron realmente. Maupassant pudo ser, a lo sumo, el nieto del protagonista. El parque no pudo desaparecer en la época de los ancianos, pero sí en la época del protagonista, ya anciano a su vez, que pudo contarle la historia a Maupassant en su niñez o adolescencia. Supongamos que el encuentro con los ancianos ocurrió hacia 1815. El joven de la historia podría ser un octogenario en 1865, dos años antes de que se destruyera el parque. Sólo entonces, imaginemos, contó la historia a su nieto de quince años, que pudo así evocar a aquellos ancianos y lamentar su desaparición dos años después, al desaparecer con el parque la posibilidad de rememorar el supuesto lugar de aquella historia. Maupassant, en todo caso, aprovecha un hecho contemporáneo, la desaparición del vivero, para incitar al lector a imaginar una pérdida indecible. La historia propiamente dicha comienza, de hecho, con esta pregunta, dirigida al lector parisino:

¿Lo conocieron ustedes, el vivero?

El lector de Maupassant, como él mismo, pudo conocer ese jardín, y aún recordarlo, como alguien pudo rememorar la historia de aquellos ancianos y contársela. Pero sólo los bailarines pudieron recordar aquella época perdida, ligada a la danza, que nosotros imaginamos a través de la historia del minueto. Albéniz, que aparece en el disco, fue contemporáneo de Maupassant, pero ya no lo fue Barber. El minueto ha continuado desde entonces por cauces imprevisibles, como si aún existiera un invisible trazo de unión en las vivencias que nos vamos contando unos a otros, generación tras generación. De relatos y discos como éste, que representan el paso del tiempo, dependerá que no perdamos las resonancias de verdad y belleza que oculta toda época. Aquél fin de siècle francés tuvo la virtud de identificar esa belleza en el minueto, y Alessandro Stella acierta al recurrir a Maupassant para recordárnoslo, aunque se haya olvidado de Lully.

 

Escrito por Daniel Martín Sáez
Desde España
Fecha de publicación: Invierno de 2019
Artículo que vió la luz en la edición nº 36 de Sinfonía Virtual
www.sinfoniavirtual.com
ISSN 1886-9505




 

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