Domenico Bartolucci: Trío en la para violín, cello y piano; Preludio, intermezzo y fuga en la menor para violín y cello; Preludio, intermezzo y fuga en do menor para violín, viola y cello; Sonata en sol para violín y piano. Giacomo Scarponi y Luca Venturi, violines / Ivo Scarponi, cello / Angelo Cicillini, viola / Marco Venturi, piano. Grabación de 2016 en el Istituto de Musica Sacra en Roma y editado por Brilliant en 1917. Ref. 95451.
Si en el boletín anterior publicitaba unas interesantes obras del Maestro de Capilla vaticano Lorenzo Perosi, una serie de casualidades me han llevado a unas obras de cámara inéditas de su sucesor en el cargo, Domenico Bartolucci, que nos dejó en el 2013, a la edad de 96 años.
Domenico Bartolucci nació en Borgo San Lorenzo (Florencia) en 1917. Estudió música con Francesco Bagnoli, Maestro de Capilla de la Catedral de Sta. Maria del Fiore. Fue ordenado sacerdote en 1939 y poco después obtuvo el diploma de dirección y composición orquestal. En 1942 viajó a Roma para obtener conocimientos más profundos sobre música sacra. En 1947 fue nombrado director de la Cappella Liberiana de Sta. Maria Maggiore. Tras la muerte de Lorenzo Perosi en 1956, Pio XII lo nombró Maestro Perpetuo de la Cappella Musicale Pontificia Sistina. Se le ha reconocido como uno de los mejores intérpretes de la música del Renacimiento, sobre todo de Palestrina. Con la Sistina obtuvo numerosos premios en sus giras por todo el mundo, llegando incluso a la ex Unión Soviética en 1977 con un gran éxito. Como Académico de Santa. Cecilia, en Roma, dirigió en esta institución numerosos conciertos, que son recordados gratamente incluso en nuestros días. También fue docente en el Pontificio Instituto de Musica Sacra. En 1910 Benedicto XVI lo distinguió nombrándolo cardenal, algo muy infrecuente en un músico papal.
Su actividad como compositor es extensa, tanto que la Edizioni Capella Sistina ha publicado 34 volúmenes: motetes madrigales, misas, otras piezas sacras, oratorios, composiciones para órgano... En muchas de estas obras predomina un lenguaje neopalestriniano y la recreación del gregoriano al añadir a menudo un sólido contrapunto vocal. Pero, como Perosi, Bartolucci también destinó tiempo a componer música instrumental, como la Sinfonía en Fa (Mugellana), Concierto en Mi para piano y orquesta, Suite alla maniera antica, etc., obras todas ellas en un estilo postromántico no exento de alguna disonancia ocasional.
El trío para violín, cello y piano se abre con un allegro moderato brillante y exuberante, que contrasta con una hermosa canzona lánguida y recogida que deriva en un fragmento de acentuado lamento hasta replegarse en el pausado tema inicial. El breve sherzo resulta bullicioso y humorístico. En el rondó final destacan dos motivos, uno algo misterioso e incisivo, frente al segundo más animado y enérgico. Todo un despliegue de imaginación y de felices confrontaciones temáticas.
En el preludio del Preludio, intermezzo y fuga en la, para violín y cello Bartolucci sostiene un canon de manera magistral. El intermezzo es melódico, con un atractivo pizzicato, al que sigue una veloz fuga rigurosa. Podríamos considerar esta composición como un sincero homenaje a J. S. Bach.
En esta línea bachiana también está el Preludio , Intermezzo y fuga en do menor, para violín, viola y cello, aunque de modo más libre y arriesgado en cuanto a forma y armonía. Los dos primeros movimientos, un tanto enigmáticos, fluctúan entre la serenidad y leves atisbos de tristeza, atmósfera que la cautivadora fuga final disipa con elegancia.
La sonata en sol para violín y piano se inicia en allegro moderato, con un amplio diálogo entre ambos instrumentos, en su mayor parte de carácter insistente y apasionado. El andante sostenuto nos muestra una delicada y placentera elegía de inspirado lirismo y fuerte carga emocional. Un danzante y burlesco vivo e vigoroso precede a un fluido y luminoso allegro con brio en el que el oyente puede percibir reminiscencias de Mozart y en algún aspecto de Beethoven.
Los intérpretes de este disco ejecutan estas obras con una especial sensibilidad, tanto en la expresión, en la facilidad con que se enfrentan a los paisajes más arriesgados y que exigen una técnica depurada, como en la magnífica distinción entre planos instrumentales. La toma de sonido es óptima.
Escrito por Joaquim Zueras
Desde España
Fecha de publicación: Invierno de 2018
Artículo que vió la luz en la edición nº 34 de Sinfonía Virtual
www.sinfoniavirtual.com
ISSN 1886-9505
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