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ESCENAS INFANTILES CON AROMA VENEZOLANO
DE
VILMA SÁNCHEZ

Pablo Ransanz
Compositor


(Nº 33, Verano, 2017)


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DISCOGRAFÍA


El presente trabajo discográfico, Escenas Infantiles, que ahora presentamos con gran satisfacción y en pleno período estival, dentro de la sección de crítica discográfica de la última edición de nuestra revista Sinfonía Virtual, como un merecido premio a la gran paciencia de nuestros lectores y de nuestras lectoras, tiene –sin duda-  un mérito artístico y musical indiscutible.

Protagonizado por la artista y pianista venezolana Vilma Sánchez Affigne, se trata de la primera incursión –confiamos en que no sea la última- en el universo del disco compacto de esta magnífica pianista.

Escenas Infantiles tiene como fuente de inspiración a Miguel Ignazio, el primer nieto de nuestra protagonista, con quien esta artista venezolana ha tenido el privilegio de redescubrir la magia del universo infantil, y a quien ha dedicado este gran disco.

Vilma Sánchez comenzó su andadura musical en el actual Conservatorio de Música Vicente Emilio Sojo, en su Barquisimeto natal (Estado de Lara, Venezuela), donde trabó contacto con el Sistema Nacional de Orquestas, monumental proyecto musical liderado por José Antonio Abreu.

Tras terminar sus estudios superiores de piano y cursar, casi simultáneamente, otros siete años de violín, Vilma tuvo la enorme fortuna de asistir a las clases magistrales de la Cátedra de Perfeccionamiento de Piano que dirigía por aquel entonces la gran pianista y pedagoga musical neoyorquina afincada en Venezuela, Harriet Serr (1927-1989), en el Conservatorio Juan José Landaeta de Caracas. De la mano de Serr –extraordinaria intérprete de las obras para piano de Antonio Estévez-, Vilma pudo perfeccionar su técnica pianística y afianzar sus conocimientos musicales durante cuatro fructíferos años.

Posteriormente, nuestra artista trabajó como profesora de piano en el ya citado Conservatorio Vicente Emilio Sojo, y también formó parte de la Orquesta Sinfónica de Lara -como pianista titular-, así como del Ensamble Barquisimeto.

Tras una breve estancia de dos años en Aguascalientes, México, donde Vilma tuvo la oportunidad de trabajar como pianista de la Cátedra de Canto de la maestra Ninón Lima, así como en el Coro de ópera del Instituto Cultural de Aguascalientes, nuestra protagonista regresa a su Venezuela natal, donde actualmente es pianista titular de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar.

Para esta producción discográfica, Vilma Sánchez ha seleccionado algunas obras universales dentro del actual repertorio pianístico internacional. Concretamente, las Kinderscenen del insigne Robert Schumann encabezarán nuestro delicioso menú musical, seguidas por la suite pianística Children’s Corner del francés universal Claude Debussy, sin olvidarnos del exquisito postre venezolano que supondrá la suite titulada 17 piezas infantiles, del gran compositor Antonio Estévez.

El joven Robert Schumann (1810-1856) compuso sus Kinderscenen ("Escenas infantiles o Escenas de niños") en 1838, a los 28 años de edad, en un período de su vida realmente difícil, ya que se había visto separado (sólo físicamente) de su amada, la gran pianista Clara Wieck, quien se hallaba de gira europea por mandato paterno.

El gran compositor concibió esta obra a partir de recuerdos e impresiones profundas de su propia infancia, en la que había contado con el afecto de un padre atento y comprensivo, que había encauzado sus primeros pasos en el mundo musical. El hecho de sentir a su amada en la distancia, sumió al joven compositor y crítico musical en una honda melancolía, y aquella punzante soledad le instó a plasmar en sonidos todas aquellas emociones, ideas, sensaciones y recuerdos de su niñez que afloraron en aquella dura etapa de su vida.

En un principio, las Escenas infantiles estuvieron formadas por 30 piezas breves; posteriormente, Schumann eligió sólo trece de ellas para dar forma definitiva a esta bellísima página de la literatura pianística del siglo XIX. Debe reseñarse que, lejos de tratarse de piezas fáciles para ser tocadas por niños, estamos ante pequeñas obras de cierta dificultad técnica.

La primera de ellas, Von fremden Ländern und Menschen ("Extraños países y personas"), escrita en Sol Mayor y compás binario, posee una frescura y sencillez admirables; una inspirada melodía surge en la mano derecha, acompañada siempre por la mano izquierda, realizando un largo fraseo hasta su resolución.

Vilma Sánchez demuestra, desde el principio, que posee una sólida técnica pianística. En particular, y a juicio de quien ahora redacta estas líneas, esta artista – no sólo pianista- no se limita a respetar las indicaciones dinámicas y de tempo existentes en la partitura, sino que plasma siempre su propia personalidad en cada nota y cada frase que aborda, haciendo gala de una estupenda y clara articulación y de un fraseo limpio.

La segunda, Curiose Geschichte ("Un cuento divertido"), concebida en Re Mayor y algo más extensa que la anterior, presenta unas ideas melódicas graciosas y frases más largas, que se repiten y se desarrollan, y cuenta con una célula rítmica vibrante.

Hasche–Mann ("El hombre del saco"), simboliza los miedos infantiles, que también eran inculcados en la época de Schumann. Escrita en Si menor y compás binario, posee un contrapunto más elaborado que las anteriores Escenas. También debe reseñarse la hábil uso que el autor hace de la escala cromática (mano izquierda).

En ambos casos, la pianista venezolana pone especial énfasis en todos los matices estéticos y dinámicos de las obras interpretadas, que pueden apreciarse perfectamente en una escucha detenida.

Bittendes Kind ("El niño mimado"), en Re Mayor, presenta un mayor elaboración contrapuntística que las anteriores piezas, y las ideas melódicas se entrelazan en ambas manos, creando una textura armónica más densa que en los casos precedentes.

Consciente de la importancia de la calidad del sonido resultante, nuestra intérprete procura que todas las voces existentes sean perfectamente audibles. Además, debe destacarse su gran musicalidad a la hora de exponer, explicar y desarrollar cada una de estas delicadas páginas pianísticas.

La quinta Escena, Glückes genug ("Bastante feliz"), también en Re Mayor y compás binario, es una de las más inspiradas de la obra. Un alegre tema aparece en la mano derecha, acompañada ésta armónicamente con la izquierda, a la par que se establece un diálogo entre ambas manos según avanza la pieza. Se genera así un hábil contrapunto, que contribuye al enriquecimiento de esta Escena.

Vilma Sánchez demuestra, una vez más, su gran quehacer pianístico, al no permitir que dicho tejido contrapuntístico, cada vez más complejo, unido al tempo indicado, implique variaciones involuntarias –y no deseadas- en dicho tempo.

Wichtige Begebenheit ("Un acontecimiento importante"), escrita en La Mayor y compás ¾, solemne y festiva, posee cierto aire marcial. La melodía principal apenas experimenta variaciones o una gran elaboración posterior (tan sólo el pasaje central, que se repite en fortissimo), pero resulta sugerente y atractiva.

Nuestra artista sabe captar a la perfección la esencia de esta página, destacando convenientemente las ideas musicales principales, y pone nuevamente de manifiesto su gran lirismo y su enorme capacidad para el legato.

La séptima de las Escenas schumannianas, Träumerei ("Ensoñación o Ensueño"), representa, seguramente, la culminación de toda esta bella obra. Concebida en Fa Mayor y compás cuaternario, el tema principal, dulce y sereno, inspiradísimo, emerge en la mano derecha, y va experimentando diversas variaciones y repeticiones que lo enriquecen hasta el final de la pieza.

La intérprete de Barquisimeto logra crear aquí uno de los momentos pianísticos más hondos y elevados de todo este trabajo discográfico. Su versión de este Träumerei schumanniano difícilmente podría verse superada en la actualidad.

Am Camin ("En la chimenea"), escrita también en Fa Mayor, resulta divertida y alegre. Está formada por dos ideas básicas, que se complementan y desarrollan en esmerado contrapunto.

Ritter vom Steckenpferd ("Caballero en caballo de madera"), compuesta en Do Mayor y compás ternario, presenta un ritmo muy vivo y sugerente. Rápidas notas se suceden en potentes acordes, cuyo desarrollo contrapuntístico y evolución armónica resultan admirables hasta la conclusión de la Escena.

En ambas piezas, Vilma Sánchez acierta plenamente en las vertientes dinámica, expresiva e interpretativa. Cabe destacar que, en ningún momento, el sonido final se ve enturbiado por la potencia sonora que estas bellas páginas exigen.

Fast zu ernst ("Un poco serio"), escrita en Sol sostenido menor y compás 2/8 (rarísimo), posee una innegable belleza que emana del tema principal, nostálgico y de gran lirismo. La mano izquierda de la intérprete acompaña dicho tema con constantes arpegios descendentes, a la vez que aquél experimenta cierto desarrollo melódico hasta la resolución final de la breve obra.

Fürchtenmachen ("Espantoso"), concebida en Sol Mayor y compás binario, presenta un creciente grado de dificultad técnica, a la vez que un elaborado contrapunto y una rica textura armónica. Sorprende el brusco cambio de tempo (schneller, que puede traducirse como más y más rápido) en la parte central de la pieza.

La penúltima Escena, Kind im Einschlummern ("Niño adormecido"), quizá sea la pieza más compleja, desde el punto de vista tonal, de todas cuentas componen estas Escenas infantiles.

Se inicia en Mi menor, con un tema delicadísimo, que rezuma tristeza y melancolía, y a los pocos compases encontramos un abrupto cambio a la tonalidad de Mi Mayor, emergiendo en las octavas agudas del piano un tema luminoso y optimista, que complementa al primero, y que pronto se extingue para dar paso a una variante, que transita difusamente en Do sostenido menor. Dicho tema retornará paulatinamente a la tonalidad inicial (Mi menor), que se asienta definitivamente con la evocación del primer tema, no sin experimentar una transición momentánea a La menor a su conclusión.

Nuestra intérprete se muestra segura en todo momento ante los crecientes retos pianísticos que se le presentan, respetando siempre los tempi especificados por Schumann (sucintas indicaciones metronómicas), a la vez que sabe ser flexible –a la par que rigurosa- en las transiciones de tempo y tonalidad.

Der Dichter spricht ("El poeta habla"), última página de estas bellísimas Escenas infantiles, escrita en Sol Mayor y compás cuaternario, pone de manifiesto, una vez más, el enorme talento de Schumann, así como su capacidad creativa y su facilidad para la invención melódica.

A un sereno e intimista tema inicial, le sigue un pasaje muy libre, una suerte de breve cadenza, lírica y emotiva, para retomar nuevamente la primera idea y finalizar la obra con suaves acordes.

Vilma Sánchez no cae en el grave error de otros -y otras- pianistas, que abusan del pedal para ocultar sus deficiencias técnicas, sino que demuestra en todo momento una gran capacidad de contención, a la vez que procura ser expresiva, enfatizando muy bien los pasajes que así lo requieren, sin caer nunca en las temidas interpretaciones planas y aburridas de muchos y muchas diletantes.

En definitiva, estamos ante unas dignísimas Escenas infantiles, espléndidamente interpretadas, que nada tienen que envidiar a las legadas por otros colosos del piano del siglo pasado.

Así llegamos a la segunda de las suites de nuestro suculento menú pianístico, titulada Children’s Corner (algo así como El rincón de los niños), obra escrita en 1908 por el impar Claude Debussy (1862-1918), máximo exponente del impresionismo musical francés, y dedicada a su única hija de tres años, la pequeña Claude-Emma –apodada cariñosamente Chou-Chou por su padre-, y a su institutriz inglesa, Miss Dolly.

Esta suite se inicia con una virtuosística y veloz pieza, con reminiscencias bachianas –como también se verán más adelante, al analizar varias obras de Antonio Estévez-, e inspirada en la obra Gradus ad Parnassum del italiano Muzio Clementi.

En la citada pieza, titulada Doctor Gradus ad Parnassum, Debussy exhibe sus extraordinarias dotes pianísticas desde los primeros compases, en los que un tema recurrente, basado en constantes arpegios (cascadas) de notas ascendentes en la mano derecha de nuestra protagonista, complementa admirablemente a los temas principales, que surgen, casi de forma subrepticia, en la mano izquierda (octavas graves del piano), en una inteligente progresión, casi continua, de notas iguales y descendentes, primero ligadas y después punteadas.

El autor utiliza varias indicaciones de tempo. A la anotación inicial (moderémént animé), sigue otra para ralentizar este tempo ligeramente (un peu retenu), otra a continuación para ralentizarlo aún más (retenu), y temporalmente otra para devolver la obra a su tempo inicial. Tras esta reexposición del tema principal, aparece otra indicación para aligerar levemente el tempo (animez un peu), que coincide con el primer cambio tonal que experimenta la pieza (del La menor inicial al Re bemol Mayor). El tempo vuelve a ralentizarse para retornar al primigenio, a la vez que la tonalidad cambia nuevamente (La menor).

Después de una sucesión de múltiples arpegios y notas descendentes, el tempo comienza a animarse paulatinamente (En animant peu à peu – Très animé), hasta desembocar en los compases finales de esta vertiginosa y bella introducción a la suite.

Lejos de tratarse de una pieza fácil para principiantes, esta página presenta numerosas dificultades técnicas, que la artista venezolana Vilma Sánchez supera sin inconvenientes, demostrando una vez más que domina su noble instrumento.

Debemos reseñar la enorme concentración requerida y la gran agilidad en la articulación –espléndido fraseo incluido- que demuestra nuestra protagonista a lo largo de esta breve obra introductoria de la suite debussiana.

Jimbo's Lullaby (Assez modéré, "Nana o canción de cuna de Jimbo"), está inspirada en un elefante de juguete que tenía la pequeña Chou-Chou.

Escrita en Si bemol Mayor y compás binario, la obra se inicia en las octavas graves del piano, con notas que imitan el paso irregular del elefante. Surgirá en la mano derecha un tema extravagante, compuesto por una curiosa sucesión de acordes, al que le sigue una frase más lírica y luminosa, que se verá complementada por otro tema en la mano derecha, basado en acordes de notas punteadas y en staccato. Se anima el tempo (Un peu plus mouvementé), el tema anterior se ve desarrollado y se producen varios cruces de las manos de nuestra intérprete, hasta que vuelve a retenerse el tempo y se retoma el inicial, a la vez que se evoca uno de los temas expuestos anteriormente. Para concluir, Debussy retorna a la idea melódica inicial, con notas cada vez más graves y tempo cada vez más lento, hasta la conclusión de la obra (el elefante Jimbo se detiene).

Esta página consagra definitivamente, siempre a juicio del autor de estas líneas, a esta artista venezolana. Vilma Sánchez despliega un admirable fraseo en todas las ideas que así lo exigen, y muestra una gran habilidad para exponer los numerosos matices estéticos y dinámicos de tal cantidad de notas diferentes.

Serenade for the Doll ("Serenata para la muñeca"), concebida en Mi Mayor, comienza con la indicación Allegretto ma non troppo (a la que se añade la nota debussiana léger et gracieux, es decir, ligero y gracioso). De escritura poco convencional (ambas manos están reflejadas en clave de Sol en casi toda la pieza), y al igual que las obras anteriores, esta serenata experimenta frecuentes cambios de tempo y, en menor medida, de tonalidad (migra del Mi Mayor inicial al Do Mayor, para retornar a la primera después de la amplia sección central).

Asimismo, también debe destacarse el empleo que Debussy hace de los intervalos de quinta y de las consonancias sugeridas (métodoprofusamente utilizado en el impresionismo musical).

Precisamente, nuestra pianista evidencia su enorme tacto y musicalidad a la hora de abordar tales consonancias –que no son otra cosa que  las tradicionales disonancias hábilmente disfrazadas-, ya que cualquier ligero error a la hora de atacar estos acordes, podría generar un nada deseable conflicto armónico.

Vilma Sánchez aborda con serenidad, frescura y determinación estos pasajes comprometidos, evidenciando su buen conocimiento de las obras interpretadas.

La cuarta de estas páginas pianísticas, The Snow is dancing ("La nieve danza"), está escrita en Re menor, y presenta una curiosa melodía principal sincopada, a la que se van sumando otras ideas –siempre inspiradas- para recrear musicalmente la caída y el impacto posterior de los copos de nieve.

The Little Shepherd ("El pastorcillo"), compuesta en La Mayor y compás cuaternario, quizá sea la pieza más delicada y emotiva de toda esta suite debussiana. Presenta varios cambios de tempo y, sobre todo, una riqueza rítmica y melódica notables.
Nuestra intérprete vuelve a mostrar su extraordinaria musicalidad y su enorme sensibilidad, mimando siempre cada una de las notas que toca, y proyectando el sonido de tal forma, que el resultado le parezca al oyente perspicaz rico y cristalino.

Golliwogg’s cake walk ("El cake walk de la muñeca de trapo"), hermosa página inspirada en los ritmos de aquellos bailes originarios de los esclavos negros –cake walks- de las plantaciones en el sur de los EE.UU., cierra este Children’s Corner de forma brillante y enérgica (Allegro giusto). Escrita en un audaz ritmo sincopado, la obra se inicia en Mi bemol Mayor, transita brevemente por la tonalidad de Sol bemol Mayor, y retorna a la tonalidad inicial antes del final de la misma.

La artista venezolana mima al máximo los tempi y los matices dinámicos, haciendo especial énfasis en las poderosas células melódico-rítmicas de este peculiar cake walk.

En definitiva, un magnífico broche a esta deliciosa y originalísima suite pianística francesa, con la que Vilma Sánchez alcanza una de sus cimas interpretativas.

La suite venezolana titulada 17 piezas infantiles, del compositor Antonio Estévez (1916-1988), está considerada, con justicia, como una de las composiciones más inspiradas de este maestro venezolano del siglo XX, así como una de las obras más hermosas y representativas de la literatura pianística sudamericana de la pasada centuria.

Dicha suite, de cuyo estreno ahora se cumplen 60 años (1957), y que supuso el espaldarazo definitivo para su autor (Premio Nacional de Música), representa un pequeño –aunque denso- crisol musical, una especie de Mikrokosmos al estilo bartokiano, en el que se condensan,  mezclan y fusionan magistralmente muchas de las tradiciones y leyendas de Venezuela, los juegos infantiles típicos de inicios del siglo XX de aquella nación, y parte de la rica historia étnica y cultural venezolanas.

La obra se inicia con tres piezas homónimas, los Ancestros, en las que Estévez rinde homenaje al pasado étnico de su tierra natal; pasado que se traduce, en el presente, en una rica mezcla racial entre el indio, el blanco y el negro. Las tres piezas son presentadas en este mismo orden dentro de la suite.

El Ancestro indio (grave, compás 4/4), refleja a la perfección algunas de las principales señas de identidad de este gran compositor; por una parte, un estilo claro, libre y sin férreas ataduras tonales; por otra, el empleo de células melódico-rítmicas poderosas (muy ligado a los frecuentes cambios de compás y tempo), así como una rica y fina ornamentación.

El mencionado indio es presentado con austeridad y de forma solemne. La partitura, fuertemente bemolizada, destaca por sus potentes acordes graves y por la elevada inspiración de las células melódicas y rítmicas principales. Es importante destacar aquí el uso tan inteligente que hará del pedal pianístico Estévez a lo largo de toda la suite.

El Ancestro blanco (Larguetto - Lento e calmo), también inicialmente escrita en compás 4/4, comienza con unos sugerentes arpegios, y con la indicación un poco ad líbitum, e irá alternando convenientemente los compases ternario y binario hasta su feliz resolución armónica y melódica. Un breve tema con tintes arcanos, nostálgico, presentado en las octavas altas del piano, irá siendo variado y ornamentado de forma admirable, reforzado armónica y dinámicamente por la mano izquierda de nuestra intérprete.

Como broche final y justo homenaje a este mestizaje étnico y cultural, el chispeante Ancestro negro (Rítmico en la indicación de tempo del autor), representa la culminación de la riqueza melódico-rítmica de este reducido grupo de piezas homónimas. Para ello, Estévez utiliza un compás 5/8, poco habitual, que sirve como amalgama de otros ritmos más sencillos.

La obra se inspira en los magníficos versos del poeta Julio Morales Lara:

Noche de San Juan. Vino del cañal,
un tambor despierta su ritmo ancestral.

Sobre un ritmo trepidante, asincopado, de notas graves, sostenido por la mano izquierda y reforzado en la derecha, surge (piano) un primer tema, sugerente, y tras una repetición, seguida de una breve elaboración del mismo, le sucede un segundo, a modo de transición, más brillante (crescendo poco a poco), para conducir toda la tensión armónica hacia un tercer tema, breve y ostinato (piano subito), que desemboca (diminuendo e poco rallentando) en el final de la pieza.

En estas tres piezas, que sirven como punto de partida de la suite venezolana, Vilma Sánchez muestra una técnica depurada, sin aspavientos ni frivolidades; una técnica puesta al servicio de una honda expresividad musical –gran riqueza de matices dinámicos- y de un profundo conocimiento de estas páginas pianísticas; obras densas, complejas y de enorme belleza, que requieren autenticidad, conocimientos musicales amplios y férreo compromiso.

La Huerta de Doñana, inspirada en una canción infantil homónima, está escrita en la tonalidad de Sol Mayor, y fue concebida por Estévez como un brillante y fugaz preludio (Allegro) con claros tintes bachianos (véanse algunos de los Preludios que integran El Clave bien temperado).

En efecto, un sugerente tema de semicorcheas punteadas se presenta, subrepticiamente, en la mano izquierda, mientras la derecha toca hábilmente arpegios ascendentes (cuatro grupos de tres semicorcheas por compás), generando un curioso efecto sonoro (sensación vertiginosa) al repetir el tema y finalizar la pieza con una graciosa y certera coda.

Nuestra intérprete hace gala de su exquisita sensibilidad musical, exponiendo de forma clara todas las ideas y motivos musicales implicados en esta página de Estévez, gracias a su limpia articulación y notable fraseo.

El Trompo, la Candelita y la Zaranda son juegos infantiles tradicionales venezolanos, que afortunadamente aún subsisten en muchas regiones de este bellísimo país.

La primera pieza de este pequeño grupo (Re Mayor, Allegro vivo, compás binario) está escrita en forma de variación, y está inspirada en unos curiosos versos que aquí y ahora reproducimos:

Para bailar me pongo la capa,
para bailar me la han de quitar;
que con capa bailar yo no puedo,
y sin capa no puedo bailar.

El autor nos presenta un tema sencillo, gracioso y cantabile en la mano derecha, con sus correspondientes antecedente y consecuente bien diferenciados. Dicho tema experimenta ligeras variaciones de forma progresiva en octavas más graves, finalizando con el citado consecuente y un acorde arpegiado.

La Candelita es una hermosa pieza, muy alegre, en Do Mayor, que experimenta frecuentes cambios de compás (alterna el binario, el cuaternario y el compás 6/8). El binario suele usarse como brevísimo nexo o puente con el cuaternario, mientras que el 6/8, de esencia ternaria, aporta una fugaz frescura, contribuyendo a que la pieza resulte vibrante y cautivadora.

La Zaranda (La bemol Mayor, Allegro vivo, compás binario) pone el broche dorado a este ciclo de tres juegos infantiles venezolanos. Sobre una base armónico-rítmica en la mano izquierda, formada por arpegios ascendentes (grupos de cuatro semicorcheas), se expone una bella y melancólica melodía, formada también por sus respectivos antecedente y consecuente. Dicha melodía es ligeramente variada y expuesta en octavas más agudas, hasta que toda la tensión armónica es conducida hacia un abrupto final (súbito lento), en el que abundan las notas en staccato.

Vilma Sánchez capta a la perfección la esencia de estas tres piezas infantiles, dotándolas de viveza, autenticidad y elegancia. Debe destacar la habilidad con la que realiza las transiciones y cambios en los tempi, sin dejar de respetar a la partitura, a la vez que se concede a sí misma pequeñas licencias interpretativas en esta materia –perfectamente argumentadas en el transcurso de las obras citadas-, sin caer nunca en un rubato excesivo.

La Canción con tarde y con niños (Sol Mayor, Allegretto grazioso, compás 6/8) es, en realidad, un tilingo, heredero –quizá- de aquellos antiguos sones y coloridas danzas centroamericanas que, a su vez, recibieron ciertas influencias externas –europea y africana- durante la época colonial.

Una sencilla melodía inicial en la mano derecha, en perfecto contrapunto con el acompañamiento de la mano izquierda, surge delicadamente, sin pedal, creando una atmósfera tranquila y reconfortante. Un segundo tema, heredero y consecuente del anterior, conduce a la breve obra hacia su graciosa resolución.
La canción para dormir a una muñeca (Andante lento – Piú lento) es, a juicio de quien ahora redacta estas líneas, una de las joyitas de esta suite venezolana de Antonio Estévez.

Planteada a modo de canción de cuna, combina los compases binario y cuaternario, y se inicia (legatissimo) con un hermoso tema, triste (antecedente), al que sigue su respectivo consecuente. Dicha melodía es repetida y recogida por las octavas agudas del piano, hasta verse abocada a unos inusuales compases finales, en los que Estévez, de forma asombrosa, diluye parcialmente la tonalidad reinante (Si bemol Mayor), mediante una hábil modulación, en sólo un par de acordes.

Fantástica interpretación la de nuestra pianista, que continúa mostrando su gran lirismo, su exquisita musicalidad y su acertada capacidad de proyección sonora, consiguiendo emocionar al oyente, a la vez que lo arrastra por los maravillosos e irrepetibles senderos melódicos y armónicos del maestro Estévez.

Vilma Sánchez nos ofrece una clase magistral, pocas veces repetida, de cómo utilizar el pedal sin hacer nunca abuso del mismo. Consigue que el piano resuene como nunca y que vibre, emocionado, al compás de cada frase, de cada tema, de cada desarrollo melódico.

Otro de los momentos estelares de esta obra viene representado por la pieza titulada Florentino cuando era becerrero. De escritura libre, desprovista de ataduras tonales, concebida como homenaje al hombre llanero de Venezuela, se inicia Lento y ad líbitum, con un potente acorde arpegiado, y un primer tema sombrío y con aire marcial, melancólico, solemne. El citado tema viene seguido de otro breve, radicalmente distinto (Vivo), alegre, en compás ¾ (6/8), que desemboca en otro pasaje Lento (compás 6/8), heredero del primero, bello y evocador.

El autor de esta suite realizó con posterioridad un arreglo de esta misma pieza, convirtiéndola en Mata del Ánima sola, canción coral muy conocida en Venezuela. El personaje de Florentino se convertiría, posteriormente, en uno de los protagonistas de la obra más conocida de Estévez, su Cantata criolla.

Portentosa interpretación la de nuestra protagonista, ya que consigue, en muy pocos compases, crear una atmósfera sonora única e irrepetible, repleta de matices tímbricos y dinámicos, sin caer nunca en los recursos efectistas o en un amaneramiento indebido.

El cuento del gallo Pelón (Andantino grazioso), escrito en Sol Mayor y en compás binario, es una hermosa pieza que hace alusión a una prueba de paciencia, traducida en un juego de preguntas con respuestas difusas, con el que las abuelas  jugaban con los nietos y nietas, y del que Estévez guardaba un hondo recuerdo. Una melodía fresca y luminosa, bipartita, es cantada por el piano en la mano derecha de la intérprete, se repite y es llevada posteriormente a la octava aguda con habilidad.

De igual forma, El cuento de la Abuelita (Andante lento) rinde homenaje a todas las historias que, por regla general, los abuelos y abuelas han venido contando o recitando a las generaciones posteriores desde tiempos lejanos. Concebida como una alternancia de los compases binario y cuaternario, y escrita en Mi bemol Mayor, esta pieza posee una indudable belleza. El compositor logra transmitir, simultáneamente, serenidad, dulzura, lamento y nostalgia, mediante ideas melódicas sencillas, pero cargadas de gran emotividad.

La artista de Barquisimeto sabe conjugar perfectamente los elementos lúdicos de estas dos piezas con la sencillez y profundidad que demanda su correcta interpretación. Hace propias las obras y las dota de honda expresividad, lirismo y autenticidad, imprimiendo a cada nota su sello personal.

Angelito negro (en Si menor y compás cuaternario), basada en el poema Angelitos negros, del poeta venezolano Andrés Eloy Blanco, quizá sea la pieza de inspiración más elevada de cuantas conforman esta suite.

Aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.

Lleva la indicación Andante calmo e sostenuto, y se inicia con un bellísimo tema sereno, solemne y triste, cuyos compases finales son utilizados por el autor a modo de breve ostinato. Presenta varios contrastes dinámicos notables, y en su conjunto resulta profundo y cautivador.

Otro de los momentos más coloridos e inspirados de esta suite está reflejado en El Pajarito (La bemol Mayor, Lento e cadencioso), pequeña obra maestra de Estévez, cuya fuente de inspiración es, precisamente, un pajarillo venezolano muy peculiar.

Sergiu Celibidache (1912-1996), el gran director rumano, visitó en varias ocasiones Venezuela entre los años 1950 y 1977. Era un buen amigo de otra de las grandes referencias musicales venezolanas de la centuria pasada, el maestro Vicente Emilio Sojo (1887-1974).

En una ocasión, Sojo invitó a Celibidache al Estado de Guárico, donde pretendía hacerle un obsequio. Entre los discípulos del maestro Sojo que les acompañaban en aquel viaje, estaba Antonio Estévez. En el citado Estado venezolano, Celibidache se maravilló al escuchar cantar a un pajarillo en intervalos de quinta justa, algo nada habitual dentro del mikrokosmos ornitológico.

Estévez tomó buena nota de aquella anécdota, y posteriormente, como homenaje a aquella curiosa ave, compuso esta pieza, que se incluiría dentro de la suite venezolana 17 piezas infantiles. Esta joyita musical presenta frecuentes cambios de compás, alternando el cuaternario inicial, con los compases binario y ternario (final). Asimismo, evidencia una elaboradísima y fina ornamentación musical, ya que el piano, verdaderamente, parece cantar y trinar imitando al citado pajarillo.

La lectura que Vilma Sánchez nos ofrece de estas dos piezas es, sencillamente, impresionante. La atmósfera íntima y mágica que crea en Angelitos negros, así como la interpretación soberbia plasmada en El Pajarito –todavía parecen resonar los simpáticos trinos de la curiosa ave en los oídos de un servidor-, contribuyen decisivamente a engrandecer el arte de esta espléndida artista venezolana, que hace tiempo trascendió a la simple ejecución pianística, para convertirse en una de las referencias musicales de su bello país.

Platero (Re menor, Andantino semplice), escrita en compás ¾, es una bellísima página pianística, basada en la obra Platero y yo, del poeta español Juan Ramón Jiménez. Una delicada melodía surge en la mano derecha, imitando los rebuznos del asno, mientras que en la mano izquierda, unos grupos de corcheas simulan el trote cadencioso del animal.

Nuestra intérprete consigue recrear, una vez más, la sencilla y delicada naturaleza del animal, gracias a su serena, contenida y estupenda interpretación.
El Pilón (Un poco lento e pesante) evoca los tradicionales cantos de pilón, con los que las esclavas negras, en la época colonial de Venezuela, procuraban hacer más llevadera la ardua labor de moler el maíz con un pesado mazo en grandes pilones de madera.

¡Uy, uy!
Viene un hombre tras de mí.
¡Uy, Uy!
Y aunque gaste su calzado,
Pero no le doy el sí.

La obra es una bella e inquietante marcha fúnebre en Re menor, solemne, expuesta de forma alterna en ambas manos, en la que destacan tres elementos: por una parte, una poderosa y sugestiva célula de tres notas en ostinato (el oyente puede ‘visualizar’, de alguna forma, los golpes de aquellos mazos); por otra, los constantes cruces de manos que se producen en el teclado para mantener vivo ese ‘pulso’, que se repite incesantemente hasta el final de la pieza; y finalmente, el hábil manejo que Estévez hace del registro grave del piano.

Magistral interpretación de esta gran pianista, que vuelve a ofrecernos otra lección de cómo contener el tempo especificado, a la vez que va generando, con cada acorde, una tensión armónica y psicológica crecientes –gracias a las alternancias dinámicas y a las poderosas células melódicas y rítmicas-, hasta conducirnos a un clímax final difícilmente repetible, en el que la citada marcha fúnebre aparece vigorosamente por última vez, grandiosa y solemne, lúgubre y misteriosa, hasta extinguirse con los acordes finales.

La Toccatina (Allegro molto, compás 4/4) es, en esencia, muy similar a La huerta de Doñana, y con ella se cierra la suite venezolana de forma brillante y veloz. Presenta la misma influencia bachiana que aquélla –probablemente, un pequeño homenaje al genio de Eisenach-, y su estructura formal es prácticamente idéntica, a diferencia de la tonalidad en la que la Toccatina está escrita (La menor, sin pedal), y de que esta última, además de entrañar mayor complejidad técnica, presenta una brillante coda final, en la que la pieza finaliza con varios acordes arpegiados y enfáticos.
En resumen, nos encontramos ante una gran pianista, Vilma Sánchez, que nos ofrece todo su talento musical en un fabuloso trabajo discográfico, Escenas infantiles, que no dejará indiferentes a los lectores y a las lectoras interesados/as en profundizar en la trayectoria musical de esta magnífica artista.

Sólo nos resta dar la enhorabuena a Vilma por un disco de enorme calidad, tanto por las obras seleccionadas, como por su brillante y virtuosa intérprete, honesta y comprometida, siempre al servicio de la Música, a quien deseamos muchos éxitos, y a la que emplazamos desde nuestras páginas electrónicas a la pronta realización de su próxima producción discográfica.

 

Escrito por Pablo Ransanz
Desde España
Fecha de publicación: Verano de 2017
Artículo que vió la luz en la edición nº 33 de Sinfonía Virtual
ISSN 1886-9505
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