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PIANO INÉDITO ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

Joaquim Zueras
Crítico musical



(Nº 21, OCTUBRE, 2011)


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DISCOGRAFÍA


Piano inédito español del siglo XIX, Vol. 5: Obras de L. L. Mariani, J. Mª Guervós, J.Mª Usandizaga, V. Costa y Nogueras, M. del Adalid, J. Miró, J.Vallejos, A Saco del Valle, F. Máximo López, F. de Olmeda, R. Cebreros, M. Rodríguez de Ledesma. Ana Benavides, piano. 2 CDs. Sello Bassus. BEM 006.

Ana Benavides, en su faceta investigadora, se ha lamentado a menudo de la inexplicable desatención a la que se han visto sometidos los compositores españoles comprendidos entre el Padre Soler y Albéniz por parte de historiadores y melómanos. Podría parecer  que en nada o poco creció el repertorio pianístico español del siglo XIX, cuando en realidad fue un período muy fructífero y poliédrico, en el que cupo desde el tardoclasicismo hasta los inicios del nacionalismo, pasando por el romanticismo intimista o brillante y por obras de innegable influencia italiana. Consciente de todo ello, entre otras actividades, Ana Benavides ha emprendido la ingente labor de analizar y grabar cinco interesantes volúmenes, cada uno de ellos con dos CDs, cuyo material había permanecido casi inédito hasta hoy. Pasemos ahora a ocuparnos del quinto y último volumen.

        Félix Máximo López Crespo (1742-1821) estuvo vinculado gran parte de su vida a la Capilla Real de Madrid en calidad de organista. El musicólogo e intérprete Alberto Cobo, que ha reunido sus composiciones para clave y pianoforte en una edición crítica, sostiene que el Minuet afandangado con seis variaciones en sol menor es una de sus páginas más sobresalientes. Sorprende por su candoroso encanto y elegancia.
Un poco más conocido es el aragonés Mariano Rodríguez de Ledesma (1779-1847). A los ocho años ingresó como puericantor en la Catedral de Zaragoza. Tras el cambio de voz, emprendió una gira como tenor en diversas ciudades andaluzas. En 1807 Carlos IV lo nombró tenor supernumerario de la Capilla Real. La inestabilidad política de aquellos años lo llevó a viajar a Londres, en donde ejerció como profesor de canto de la princesa Carlota. Su fama como pedagogo  se extendió por toda Europa, publicando una Colección de cuarenta ejercicios o estudios progresivos de vocalización. En 1836 se estableció definitivamente en Madrid como Maestro de la Capilla Real. Además de ser un cantante reputado, M. Rodriguez de Ledesma fue un inspirado compositor de obras sacras, de cámara y para piano solista. Una muestra de su buen hacer son los Seis valses para pianoforte.
Con tan solo cuatro años, el gaditano José Miró y Anoria (1815-1868) se trasladó a Sevilla formándose en la catedral hispalense. En 1829 marcha a París para estudiar con Kalkbrenner y Thalberg. En 1842 regresa a España y en 1854 es nombrado profesor de piano del Conservatorio de Madrid. Entre sus obras para piano destacan sus Cinco valses brillantes por su gracia desenfadada y extrovertida.
Marcial del Adalid (1826-1881) nació en el seno de una familia acomodada. Esto le permitió viajar a París y a Londres, recibiendo lecciones de Ignaz Moscheles y posiblemente también de Liszt. Puso mucho empeño para que se estrenara su ópera Inese e Bianca, pero, al no conseguirlo, se retiró a su palacio de Lóngora, en Oleiros (La Coruña) dedicándose a leer y componer. Entre sus obras para piano constan Seis romanzas sin palabras de notable refinamiento, en las que podemos entrever leves  influencias de Schumann y de Chopin.
Rafael María Cebreros Buendía (1851-?) nació en Córdoba y estudió música en el Conservatorio de París. Pianista excelente, compositor de prestigio, conferenciante y divulgador de la obra de Beethoven,  colaboró activamente en la vida cultural sevillana. En las poéticas Romanzas sin palabras nº1 y nº 4, sobre todo en la primera, el oyente percibirá cierta atmósfera de las homónimas de Mendelssohn. El nocturno Al caer la tarde, acorde con el título, es de carácter lánguido y sereno, con una sugestiva guirnalda en la segunda parte que enriquece el discurso melódico.
Originario de Alcoy, Vicente Costa y Nogueras (1852-1919) estudió música en Barcelona, prosiguiendo sus estudios en París, Stuttgart, Londres y Weimar. Fue alumno de Liszt. Desde 1892 ejerció como profesor de piano en el Conservatorio del Liceo de Barcelona. Compositor prolífico, Ana Benavides interpreta en este volumen dos de sus obras más relevantes: Una noche en Sevilla, hermosa muestra de andalucismo que recoge el germen de obras más tempranas como, por ejemplo, Les amants de Séville, de Rossini; y la sinuosa pieza de concierto Fileuse, en la que un radiante motivo al principio y al final se ve interrumpido por lo que bien pudiera ser una recogida plegaria.
Otra pieza nacionalista, Capricho andaluz, debe su autoría a Jenaro Vallejos y Urricelqui (1861-1910). Nacido en Sangüesa (Navarra) obtuvo en 1877 el primer premio de piano en el Conservatorio de Madrid y en 1882 otro primer premio en el Conservatorio de París. Es una obra de envergadura, generosa en arabescos que se despliegan sobre un animoso ritmo danzante.
Luis Leandro Mariani y González (1864-1925) era descendiente de una familia italiana establecida en Sevilla. Fue organista de la catedral hispalense durante 35 años, con un corpus de más de 900 obras, principalmente religiosas. Una de sus obras para piano es Noches andaluzas, una composición alegre, de trazos resueltos y vigorosos.
Federico Olmeda de San José (1865-1909) nació en Burgo de Osma (Soria). En 1873 fue admitido en el Colegio de Niños de Coro en la catedral de su ciudad, recibiendo una formación musical amplia. En 1881, al mudar la voz, fue nombrado violinista segundo de la catedral y cursó estudios en el seminario. En 1885, con veinte años, abandonó la carrera eclesiástica. En 1887 se presentó a las oposiciones para organista de la Catedral de Burgos, siendo elegido. Paradojas de la vida, para ejercer el cargo se le obligó a ordenarse sacerdote, recibiendo el presbiterado un año después. Pese a esta contrariedad Olmeda fue un buen sacerdote, aunque de espíritu independiente, por lo que tuvo algunos roces con el cabildo. De salud quebradiza, pronto vio que sus bronquios no soportarían el largo invierno burgalés. En 1907 fue nombrado Maestro de Capilla de la Iglesia de las Descalzas Reales de Madrid, pudiendo disfrutar de un clima más benigno tan sólo los dos años que le quedaban de vida. Olmeda compuso el Andante religioso a la manera de Beethoven en 1888 y es su primera obra publicada, en concreto en la revista Ilustración Musical Hispano-Americana (Barcelona), que dirigía Felipe Pedrell. Como su título sugiere es un homenaje de Olmeda a Beethoven, a quien tanto admiraba, utilizando muchos de los recursos del músico de Bonn.
El gerundense Arturo Saco del Valle (1869-1932) estudió en el Conservatorio de Madrid. Tuvo como profesor de composición a E. Arrieta, compositor de la zarzuela Marina. Seguramente esta circunstancia fue uno de los acicates que le llevaron a componer unas cincuenta zarzuelas. Fue director del Teatro Real de Madrid, catedrático del Conservatorio de esta ciudad y director de la Capilla Real. También compuso un buen número de obras religiosas y algunas piezas  para piano, entre ellas la decidida Recuerdo y una Mazurca de concepción libre, ambas obras repletas de deliciosos y sutiles matices, resultado de una feliz inventiva.
José María Guervós (1870-1944) nació en Granada, completando sus estudios en Madrid merced a una beca de la Diputación Provincial. Fue profesor de acompañamiento del Conservatorio de Madrid desde 1892. Alcanzó prestigio europeo como intérprete al piano y como acompañante del violinista Pablo Sarasate y de Pau Casals, con quien también fundó un conjunto de cámara. Entre sus obras para piano se encuentran dos miniaturas: una cadenciosa Barcarola y el Capricho en fa#, quizás una reminiscencia infantil.
Es muy probable que el éxito de Las Golondrinas haya eclipsado el resto de las obras de José María Usandizaga Soraluce (1887-1915), quien, a pesar de haber vivido sólo 28 años, no cuenta con un catálogo breve. Natural de San Sebastián, estudió desde 1901 a 1906 en la Schola Cantorum de París bajo la dirección de Vincent d´Indy, que era al mismo tiempo profesor de armonía. Allí tuvo por compañeros a Albéniz y Guridi. En este período tomaba nota de las ideas musicales que se le ocurrían, bocetos sobre los que trabajó tras su regreso a España. Usandizaga no permaneció ajeno a las nuevas tendencias del lenguaje pianístico francés. En su Impromptupodemos percibiralgunasemejanza con el estilo Fauré y algún atisbo debussista. En el Vals en la bemol, aunque con pasajes más concesivos, también se detectan elementos de modernidad.
El pianista Douglas Riva me informó del trabajo de Ana Benavides, describiendo sus facultades interprettivas en estos términos: “Aparte de llenar este hueco en la historia de la música española, cosa absolutamente necesaria e importante en mi opinión, el arte de Ana Benevides nos hace llegar al alma de estas obras con una naturalidad y una frescura acordes con la fragancia de la época, sin sentimentalismo ni capas de emociones ajenas a la música”, palabras que tengo el gusto en suscribir tras atentas y placenteras escuchas.

 


Escrito por Joaquim Zueras
Desde España
Fecha de publicación: Octubre de 2011
Artículo que vió la luz en la revista nº 21 de Sinfonía Virtual.
ISSN 1886-9505



 

 

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