John Mauceri. La guerra y la música. Los caminos de la música clásica en el siglo XX, El Ojo del Tiempo Siruela, Madrid 2024.
El director de orquesta John Mauceri nos presenta su ensayo acerca de la música contemporánea titulado La guerra y la música. Como artista que conoce perfectamente los mecanismos de programación del repertorio, Mauceri ha expuesto la tesis de que la mal denominada música contemporánea no interesa a la mayoría y que resultan vanos muchos de los esfuerzos promovidos por los auditorios para que el público la acepte. Sabedor de poder sufrir la critica del lado duro de la vanguardia, que siempre alude a la falta de atención y cultura musical de los jóvenes, Mauceri apunta lo siguiente para desmentir este desinterés:
Esta teoría la contradice el hecho de que los jóvenes (hoy adultos) permanecerían en vela hasta altas horas de la madrugada leyendo voluminosos libros como la serie de Harry Potter o El señor de los anillos o Juego de Tronos. Se ha normalizado que la gente pase tres horas viendo películas de una longitud reservada a cintas muy específicas del pasado... Por no mencionar las horas que la gente pasa entretenida con los videojuegos o engullendo temporadas completas de televisión. El déficit de atención no parece ser el problema.
Y prosigue afirmando que la música que se nos presenta como nueva sigue siendo, casi sin excepción, música atonal (a veces llamada incorrectamente de vanguardia) y ésta apenas interesa a la mayoría. Incluso, afirma que muchas veces esa era la intención de quienes la escribieron. Por el contrario, cuando raramente se programa la música contemporánea que la gente si quiere escuchar, como es el caso de la música de las bandas sonoras o de los videojuegos, hay que colgar el cartel de entradas agotadas.
Desde luego, ésta música no es tomada en serio por la prensa (este asunto merecería un capítulo aparte) y generalmente se la considera comercial, de menor calidad. Pero Mauceri en su análisis, deja claro que todos los grandes compositores han hecho comercio con sus obras en alguna etapa de su vida. Al respecto, nos recuerda que Wagner y Haydn se manejaron entre príncipes (mecenas) mientras que Milton Babbit, por ejemplo, se desenvolvió en Princenton (subvenciones públicas y privadas). Y desde luego, da en el clavo cuando afirma que:
En política es frecuente ver la apelación binaria entre liberales frente a conservadores, por más que esos términos tampoco sean opuestos. Todo el mundo es las dos cosas. La cuestión es qué desea uno conservar y cómo desea apoyarlo desde una postura liberal. Al describir la música del pasado siglo XX, el término conservador se sigue viendo como retrogrado, mientras que la palabra moderno y sus varios apéndices, postmoderno, modernista, junto con experimental se consideran positivas y pertinentes.
Según su punto de vista, fue tras la segunda guerra mundial cuando la gran generación de compositores que llegó hasta 1930, fue desacreditada por la siguiente. Por eso, especula acerca de la enorme cifra de autores que fueron olvidados, considerando que éste es uno de los misterios de la música del siglo XX. Incidiendo en este asunto nos dice que:
Como inmejorable ejemplo, pensemos en el repertorio que se emite actualmente en las cadenas de radio dedicadas a la música clásica y los servicios de streaming por todo el mundo. Rara vez encontraremos ahí la nueva música que se hizo merecedora de premios y becas.
Es decir, según Mauceri, a comienzos del siglo XX se formó una vanguardia que deseaba echar abajo las instituciones existentes proporcionando un amplio apoyo a los nuevos festivales y grandes encargos venidos de Europa y Estados Unidos.
Nada es verdaderamente nuevo y nada puede ser jamás repetido. Nuevo y viejo forman parte de una misma ecuación si bien, lo nuevo pasó a adquirir una creciente importancia a la hora de valorar la obra de arte. Paradojicamente, este criterio de lo novedoso hubiera sido irrelevante para Bach o Mozart a quienes solo les interesaba la siguiente obra a componer. Es decir, para estos maestros, que nunca presumieron de ser modernos, la siguiente composición era lo nuevo.
Pero es seguramente su particular visión del porqué un determinado repertorio ha desaparecido de las salas de concierto la parte más valiosa de su análisis. Veamos los puntos que señala como artífices de esta tendencia:
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Crear criterios de músicas preferidas de carácter novedoso
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Usar conceptos y adjetivos como nuevo, moderno, vanguardista, desafiante, contemporáneo etc
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Considerar que el término contemporáneo no se refiere a la música de nuestro tiempo sino a la música creada bajo un determinado estilo, excluyendo naturalmente, las demás.
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En ciertos casos, escribir o hablar de manera de que la gente se sienta intimidada y piense que no sabe tanto de lo que escucha para no estar en desacuerdo.
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Contemplar la música estrenada bajo el prisma de una opinión (personal, general y persuasiva). En efecto, las opiniones impresas de los comentaristas describen una pieza musical o su interpretación mediante el empleo de símiles y metáforas que apoyan los criterios anteriormente citados.
En el capítulo titulado Crear la historia, borrar la historia en el que aborda la desaparición de la mayoría de la música creada en el siglo XX antes de la segunda guerra mundial y la aparición de las vanguardias, argumenta que la auténtica linea de continuidad que explicaría la música sinfónica más escuchada de la historia vendría a ser la de Wagner-Strauss/Mahler-Korngold/Steiner; Waxman,Tiomkin,Rozsa-John Williams; Elmer Bernstein-Alex North; Bernard Hermann y Jerry Goldsmith; Howard Shore, Danny Elfman, Hans Zimmer, Alexandre Desplat, Nobuo Uematsu, Ramin Djawadi y demás.
En definitiva, ahonda en la tesis de que tras la segunda guerra mundial, la gran parte del repertorio creado durante la primera mitad del siglo XX fue desterrado por los programadores, quedando reducido a aquellos autores que por una u otra razón fueron considerados como “aptos” por una parte de la vanguardia y de la crítica que generalmente hacía de vocera de las líneas marcadas por ésta. Pero además, para mayor escarnio, fueron precisamente esos autores, muchos de ellos refugiados o exiliados en EEUU, los que realmente fueron los continuadores naturales de la gran tradición sinfónica decimonónica. Es decir, creadores como los citados Korngold, Vaxman, Steiner, Tiomkin, Rozsa, Hermann, Rota etc que desarrollaron su lenguaje musical con plena libertad en un medio como el del cine.
El autor arremete a veces contra Boulez, Adorno y la pléyade de comentaristas que se encargaron de dictaminarquienes eran o no adecuados para desarrollar una exitosa carrera musical, afirmando que en los concursos más prestigiosos se premiaban a las obras acordes con los postulados de la nueva academia y se rechazaba al resto. Obras de las que ya nadie se acuerda y que duermen el sueño de los justos en alguna perdida estantería. Entretanto, la música de los autores que aún interesaban al público (y aquí deberíamos incluir en una primera fase a autores como Shostakovich, Sibelius, Britten, el Schoenberg menos dodecafónico, Kachaturian o Henze) eran ninguneados y no hablemos ya de aquellos que escribieron música para el cine, un género considerado inferior por los puristas de la “música del futuro”.
Ciertamente, los años de radicalismo han pasado pero aún persisten determinadas prácticas heredadas de esas décadas. Sobretodo, son tantos los medios de los que un compositor dispone para dar a conocer sus trabajos que por fortuna el panorama es más variado y enriquecedor.
De todos modos, el valor del ensayo de Mauceri es excepcional debido a un relato que defiende precisamente aquellos aspectos a los que hizo referencia el autor y que denotan la realidad de un periodo en el que las programaciones estaban en manos de algunos creadores de opinión, de críticos al servicio de una determinada estética y a cenáculos de compositores perfectamente situados en las poltronas académicas o administrativas. La pregunta que deberíamos hacernos es sí tales premisas siguen aún vigentes en mayor o menor medida. Esa es la cuestión valientemente abordada por Mauceri y sobre la que deberíamos reflexionar.
Escrito por Domènec González de la Rubia
Desde España
Fecha de publicación: verano de 2024
Artículo que vió la luz en la edición nº 47 de Sinfonía Virtual
www.sinfoniavirtual.com
ISSN 1886-9505
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