Sonidos Negros. On the Blackness of Flamenco
Autora: K. Meira Goldberg.
Editorial:
Oxford University Press
Año:
2019.
Páginas:
293.
Bonito y sugerente título para un libro que a priori pudiera engañar si se piensa que la temática aborda los elementos negros-africanos del flamenco, los cuales están, pero no es éste el sentido principal del trabajo.
A través de la danza, la estadounidense Meira Goldberg traza un interesante relato histórico sobre los elementos “oscuros” o, más bien “impuros”, que están presentes en el flamenco. Nos lleva hasta la Edad Media, punto de comienzo de una limpieza de sangre basada en las guerras de religión, en la que la reconquista y la expulsión de los “moros” y judíos establecerá dos mundos antagónicos: la pureza, encarnada en los cristianos (lo blanco) y la impureza, presente en todo lo que no sea cristiano (lo negro). Así, pasando posteriormente por los esclavos negros y los indígenas americanos, hasta llegar al personaje del gitano, en etapa ya flamenca, en la que el gitano acogerá toda la negritud, toda la oscuridad, todo lo impuro, heredado a lo largo de los siglos, y se verá, de alguna forma, “purificado”, “aceptado” en la sociedad española.
Dividido en seis capítulos principales, Meira comienza con la alegoría del “Pastor bobo”, ritual en el cual el ruidoso y estruendoso zapateo del protagonista sirve de redención a su impureza, dentro de la trama narrativa. Meira alude a los zapateos, ya descritos en los bailes de canarios en el siglo XVI y en los Villanos del siglo XVII, como seña de identidad de los bailes españoles, elementos dancísticos que tendrán continuidad posteriormente en otros bailes asociados con danzas llamadas “de negros” y de “cascabel”, hasta llegar al fandango y las nuevas variantes en época flamenca a mediados del XIX. Para Meira, la significancia del fandango como símbolo de libertad, influyó en la visión que se tenía sobre la España en el XIX. Con la pérdida de hegemonía de España, se marginalizó y exotizó hacia lo gitano, lo árabe, y en operación transitiva hacia lo Negro, tomando cuerpo en los gitanos.
Los diferentes métodos de baile españoles, italianos y franceses que desde el siglo XVI hacen referencia a las diversas formas de zapateado son escudriñados por la autora, trazando una certera línea de continuidad hasta la eclosión del flamenco, momento en el que la prensa se hace ya eco del carácter expresivo de los bailes: impuros, sucios y lascivos, y su condición social baja, no apta para gente noble. También estudia los diferentes libros de viaje que desde el siglo XVIII se publican en relación a España, sobre todo Andalucía, y sus costumbres. Una visión estereotipada en la que los bailes y las músicas populares eran siempre retratadas y donde hay información muy valiosa sobre la imagen que los extranjeros tienen sobre nuestro país.
Una de los partes a las que dedica la autora más páginas es a reivindicar el papel del mulato Meric, Jacinto Padilla, artista multidisciplinar que diríamos hoy, banderillero, artista circense, acróbata ecuestre, cantaor, tocaor y bailaor. Todo junto. Filmado por los Hermanos Lumiere en 1900 en París, en el entorno de la Exposición de la Feria, en lo que se puede considerar la primera filmación de un baile auténticamente flamenco (salvo que aparezca otra anterior), Meric es un artista olvidado en la historia del flamenco. Meira reflexiona sobre las causas que han podido motivar este olvido y pone en valor su figura, con el tango como estilo principal por sus movimientos de vacunao y torsiones.
Junto al negro Meric, Juana Vargas La Macarrona es otra de las figuras más referenciadas del libro. La Macarrona estuvo en el París de la Exposición Universal de 1889, donde debutó internacionalmente. La respuesta de la audiencia estuvo cargada de conceptos encontrados sobre lo que debería ser el baile flamenco, dice Meira. La Macarrona entró en el imaginario francés como una figura “profundamente sexualizada”, y tras ella florecieron en Francia durante al menos otra década personificaciones burlescas de su baile. Su tango fue tildado de “afro cubano”. Fueron los tangos de negros, o tangos americanos, asimilados luego como tangos gitanos. Según Meira, el escenario parisino fue un camino para la progresiva gitanización del flamenco. Los “bestiales” tangos descritos por la crítica incorporaban referencias cosmopolitas al can-can, la cachucha de Fanny Elssler, y lo que los críticos franceses llamaron “dehánchements” (retorcimientos, meneos, desequilibrios, balanceos) de la Macarrona, siglos de representación de la negritud en la danza española para la autora.
El último paso será la influencia de géneros como el cakewalk y el jazz, los cuales son para Meira Goldberg incorporados en el flamenco a través del género del tango y las variantes del garrotín y la farruca que surgen en la primera década del siglo XX por mediación de Faíco, entrando en lo que Meira llama “Modernidad”.
Hay más, mucho más. La figura del coreógrafo Leonide Massine. El Moulin Rouge. Emilia Pardo Bazán y sus crónicas de la Exposición Universal de 1898. El chuchumbé, las guarachas y tangos americanos… tendrán ustedes que leer el libro, del cual prepara ya una traducción al español y que probablemente estará disponible a finales del 2020, si el tiempo no lo impide. Sin duda esta obra presenta un planteamiento original y novedoso, un libro que ningún autor español podría haber abordado sin tener una visión parcial, contaminada por los condicionamientos sociales o históricos asimilados en nuestra “sangre”.
Escrito por Guillermo Castro
Desde España
Fecha de publicación: Verano de 2020
Artículo que vió la luz en la edición nº 39 de Sinfonía Virtual
www.sinfoniavirtual.com
ISSN 1886-9505
|