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Historia cultural del flamenco. El barbero y la guitarra de Alberto del Campo y Rafael Cáceres

Guillermo Castro
Centro de Investigación Flamenco Telethusa (Cádiz)



(Nº 31, Verano, 2016)



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RESEÑAS


Título: Historia cultural del flamenco. El barbero y la guitarra
Autor: Alberto del Campo y Rafael Cáceres
Editorial: Editorial Almuzara
Páginas: 544
Idioma: Español
Ciudad: Córdoba
Año: 2013

 

Había tenido apartado demasiado tiempo este libro para su lectura. A uno le encanta leer, pero por lo general compramos más libros de los que podemos abordar, debido a que nuestras obligaciones diarias limitan nuestro tiempo libre o de investigación, algo que no debería ocurrir, pero que ocurre. El caso es que tampoco lo compré cuando se editó, allá por el 2013 según reza en los datos de edición. Así que, entre que lo compré fuera de temporada, y que se quedó en mi mesa de trabajo más de un año, apilado junto a otros libros, escribimos esta reseña ahora, en 2016. Encontré el momento apropiado para abordarlo en mi último viaje a Estados Unidos, tantas horas de avión tendrían que tener su lado bueno. Y tengo que reconocer que he disfrutado mucho con él. Bueno, al lío.

         Los autores, Alberto del Campo y Rafael Cáceres, ambos antropólogos, explican la existencia de “lo flamenco” de mano de los barberos y su ambiente, lugar de reunión de guitarristas y gentes con un modus vivendi muy relacionado con el prototipo de personaje flamenco, tanto en su aspecto social como en su estética musical. Desde los jaques y rufianes del mundo del hampa del silgo XVII, pasando por los majos del siglo XVIII y llegando a los flamencos del siglo XIX, el viaje histórico supone un recorrido riguroso y certero en cuanto a dónde, cuándo y cómo lo flamenco se manifestó de mano de guitarristas y cantantes del género de “lo popular”, con formas expresivas en la guitarra relacionadas con el género del rasgueo y el llamado “toque a lo barbero” con práctica del golpeo en la tapa de la guitarra, y modos poco finos en el cante, sin trinos ni gorgoritos, más bien rudos, y en los que se trovaba.

         Separan y distinguen dos formas interpretativas, una popular y plebeya (rasgueado) y otra aristocrática y culta (punteado) ya presente desde el siglo XVII en el género de la folía. Igualmente lo hacen para el baile, donde dividen lo cortesano de lo popular. Aunque señalan que la separación entre ambos ambientes no fue del todo estricta, pues constatan la práctica de bailes populares de mano de maestros de danza académicos. Esta dualidad interpretativa la encuentran en el fandango, las seguidillas, las tiranas, incluso en el bolero, del que se conservan descripciones con movimientos indecentes. Lo mismo con el canto: cantar a “lo majo” y cantar a “lo serio”.

         Dejan patente la importancia de lo negro desde el siglo XIV, presente en las músicas y bailes que practicaban, como guineos, zarabandas, chaconas… con taconeos y meneos típicos. Igualmente de lo morisco, con personajes presentes en obras teatrales que añadían un toque exótico en algunos bailes, por lo que presuponen alguna influencia en este sentido que también los autores transportan a lo musical, aunque no lo demuestran. Señalan la poca consistencia de la teoría de la supervivencia de lo morisco en los gitanos, ya que los datos que tenemos desde Cervantes no muestran ninguna descripción del cultivo de bailes o músicas de tipo árabe, y sí de otras como las de origen negro y las castellanas.

         Apuntan que en los escritos de Serafín Estébanez Calderón “El Solitario” ya se destaca el papel preponderante del cante, sobre el baile, aunque se describen bailes igualmente, algo que supone para estos autores un paso muy importante hacia la configuración de los luego llamados “cantes flamencos” y la profesionalización de sus artistas. Al respecto del elemento gitano, los autores explican que El Solitario no presenta lo gitano separado de lo andaluz, sino como algo integrado. De hecho, aunque se sabe que muchos de sus protagonistas son gitanos, habla siempre de cantos y bailes andaluces, igual que otros escritos como los de Madrid de 1853 en relación a la fiesta de los Salones Vensano. Señalan la gitanización de Andalucía en el siglo XIX como una vuelta a ciertos elementos culturales que fueron andaluces en su tiempo, pero que fueron abandonados por ellos, conservándose en los gitanos, como el traje llamado “de gitana”, atuendo de las clases populares andaluzas. Proceso similar señalan en el cante y en el baile. No obstante, descripciones de “lo gitano” en cuanto a unas maneras especiales de cantar y bailar las hay, aunque no queda claro qué es exactamente “lo gitano” y señalan la dificultad para resolver este problema. Apuntan la herencia cultural adquirida en la convivencia con sectores sociales desacreditados en Andalucía, como descendientes de moriscos, negros, elementos que influirían en la cultura andaluza. A su vez mantuvieron una línea de continuidad en el cante y en el baile, con un cierto grado de permeabilidad y variaciones, pero también con ciertas constantes que imprimirían un carácter específico.

         Cierran el libro con la parte dedicada a la guitarra y los barberos. Ponen los ejemplos de Paquirri el Guanté, Paco el Barbero, Paco de Lucena, Manolo de Badajoz, y Paco el Águila, por citar algunos, guitarristas que fueron a su vez barberos, para señalar y poner en evidencia la importancia de estos espacios: las barberías, como lugares de encuentro, reunión, incluso enseñanza del toque de guitarra que conocemos como “flamenco”, antaño llamado a “lo barbero”. Y explican que no solo su aportación se circunscribe al ámbito de la guitarra. Los barberos no solo ejercieron de maestros de guitarra, sino que sus locales fueron puntos de encuentro de los flamencos, donde incluso se actuaba en ocasiones. Señalan que el proceso fue continuo dentro del ámbito del gremio de los barberos desde al menos el siglo XVI, hasta la actualidad, en el que guitarristas como Pepe de Badajoz, Ernesto de Badajoz, Carlos Montoya, Rafael del Águila, Niño de los Rizos, Paco Paradas, Paco de Antequera, Enrique Montoya, Salva del Real o Niño de Pura se forman en barberías. 

         Sin duda un gran libro que profundiza en un tema poco estudiado en la flamencología, salvo algunos trabajos anteriores de Eusebio Rioja, y que sirve para conocer mejor la cultura flamenca y la historia del flamenco desde una perspectiva antropológica y social. Hará las delicias de los lectores apasionados no solo por la guitarra, sino por el flamenco en general, y dentro del ámbito guitarrístico, se hace imprescindible igualmente para los guitarristas no flamencos. Hace ya tiempo que los estudios flamencos rigurosos desempolvan una historia apasionante y este libro es uno de ellos, necesario en cualquier biblioteca que se precie.

 

Escrito por Guillermo Castro
Desde España
Fecha de publicación: Verano de 2016
Artículo que vió la luz en la edición nº 31 de Sinfonía Virtual
www.sinfoniavirtual.com
ISSN 1886-9505


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