Título: La Valiente. Trinidad Huertas “La Cuenca”
Autor: José Luis Ortiz Nuevo, Ángeles Cruzado y Kiko Mora
Editorial: Libros con Duende
Páginas: 371
Idioma: Español
Ciudad: Sevilla
Año: 2016
Por fin tenemos una biografía, o lo más parecido a ella que se puede tener, de la malagueña Trinidad Huertas Cuenca La Cuenca (1857-1890). Fue, sin duda, una de las bailaoras más importantes del último cuarto del siglo XIX. Sin embargo, habían sido muy pocos los documentos que contábamos de su trayectoria como para poder hacernos una idea de la dimensión artística de esta singular flamenca, que lo mismo bailaba, que tocaba la guitarra, que cantaba por lo flamenco. En marzo de 2011 localizaba Manuel Bohórquez su partida de nacimiento en Málaga, y José Luis Ortiz Nuevo lo haría antes con la fecha de su defunción, en La Habana. Con 32 años de edad y tras haber visitado México, Nueva York, Cuba, París, Niza, Berlín, Praga, Viena, Lieja, Bruselas, y un sin fin de ciudades españolas, el 3 de octubre de 1890 recogían las necrológicas de La Habana el fallecimiento de nuestra bailaora, La Cuenca, tras una larga enfermedad de la que sabemos poco, o mejor dicho, nada.
El difícil proyecto llevado a cabo inicialmente por José Luis y Libros con Duende salió adelante gracias al Crowfunding, sí, como leen, a estas cosas hay a veces que recurrir para poder investigar sobre la historia de nuestro arte. El autor inicial junto con la editora Rocío Navarro lanzaron una campaña de captación de fondos para que el investigador de Archidona pudiera viajar a Cuba a concluir sus pesquisas entorno a La Cuenca. Gracias al apoyo de los futuros lectores se consiguió reunir el dinero necesario para el viaje y la primera edición del libro, que coincidió con el 159 aniversario del nacimiento de esta artista. Posteriormente se sumaron al proyecto el profesor de la Universidad de Alicante Kiko Mora, experto en la investigación del flamenco en Estados Unidos, y la periodista Ángeles Cruzado.
El libro tiene tres diferentes bloques, cada uno de su autor, centrados en los pasos de La Cuenca por Europa (Ángeles Cruzado), Nueva York (Kiko Mora) y México y La Habana (Ortiz Nuevo). Al haber tres plumas diferentes y dispares en cuanto a su concepción literaria, nos encontraremos con tres formas muy diferentes de abordar el estudio de la bailaora. Ángeles soporta el cincuenta por ciento de la extensión del libro, con numerosas noticias del paso de nuestra artista por los escenarios europeos, donde triunfó con sonado éxito, sobre todo en París, señalándose su sensualidad en el baile y su solvencia en el cante y la guitarra. No contó con las mejores críticas en Alemania, donde no estaba tan bien vista la estética de los espectáculos flamencos. Aporta Ángeles (págs. 112 y ss. y portada) importantes fotografías del laboratorio barcelonés del fotógrafo Antonio Esplugas, autor no citado en el libro, que se conservan en el Archivo Nacional de Cataluña. Una pena, además, la baja calidad de las mismas, en comparación con otras fotos del libro. Si bien los datos que aporta Ángeles sobre La Cuenca son magníficos, se echa en falta algo más de desarrollo en la redacción y opinión personal, para que no se quede en una sucesión de citas de recortes de prensa. La parte de Kiko es la más amena, quien además profundiza en la afición a los toros en Estados Unidos y la influencia de lo taurino en espectáculos teatrales, con atención especial a las mujeres que han cultivado el toreo y lo han utilizado de forma artística, como La Cuenca. También aporta la única entrevista que hasta ahora se conoce de la bailaora, de 1888 en el Cleveland Plain Dealer, donde comenta que no se dio cuenta de que era mujer hasta los 17 años. Mora reflexiona sobre el carácter andrógino de la bailaora y su masculinidad; según parece, lo que más llamó la atención en Nueva York, más que su propio baile. José Luis redacta su parte como si fuese la propia Cuenca quien cuenta su vida, apoyándose en los papeles localizados en México y Cuba; y lo hace sin signos de puntuación, lo que le da un aire más coloquial, muy teatral, aunque quizás incómoda de leer para algunos. Nos pone en antecedentes en La Habana al respecto de la importancia de lo español, y lo andaluz desde los años cuarenta del ochocientos, puerto por donde pasaron importantes compañías de baile bolero, hilando una bella historia de continuidad artística hasta la llegada de La Cuenca en 1887, ciudad a la que volvió en 1888 y 1890, cuando encontró finalmente la muerte.
Importante el libro que tenemos ante nosotros. Útil y necesario, además, pues todavía hay importantes lagunas en esto de la historia del flamenco, tan cargada de anécdotas, pero tan falta de biografías completas de los principales artistas del género. Señalan los autores las distinciones entre lo nacional, lo andaluz y lo flamenco, a partir de las gacetillas de los periódicos que así lo hacen. Huelga decir que lo flamenco no gustaba en muchos de los ambientes teatrales, por su excesiva lascivia en sus picantes bailes, voces inapropiadas y ambiente chulesco y barriobajero. También se distingue un vestuario “flamenco” y una forma de tocar la guitarra “flamenca”, y esto desde 1868 que comienza este libro, que no la historia. No sabemos cómo bailaba La Cuenca, pero sabemos que fue una de las mejores; destacada en zapateados, soleá, tangos, jaleos, y claro, sus “torerías”, en las que simulaba las suertes del toro de una corrida completa, algo con lo que pasó a la historia. Se acompaña el libro con un Cd-rom muy completo, lleno de todos los recortes de prensa de la investigación, ordenados de forma cronológica, por donde pasan también las investigaciones previas de Pepe Gelardo, José Manuel Gamboa, José Luis Navarro, Javier Osuna, Eulalia Pablo, Alberto Rodríguez Peñafuerte y Antonio Sevillano.
Escrito por Guillermo Castro
Desde España
Fecha de publicación: Verano de 2016
Artículo que vió la luz en la edición nº 31 de Sinfonía Virtual
www.sinfoniavirtual.com
ISSN 1886-9505
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