EL ARTE DE TROVAR
Alfredo Canedo
El arte trovadoresco fue, según se cree, un género señaladamente popular, pero también aristocrático. Trovadores de la Edad Media eran poetas y a la vez compositores que, hasta épocas comparativamente modernas, cultivaban en las formas más variadas el arte de ‘trovar’ asuntos amorosos, caballerescos, cortesanos y épicos. Músicos -músicos que, con el violín o el laúd, cantaban temas de actualidad, podían o no tener buena voz y podían o no tomar partido en las disputas políticas o religiosas. Los había de entre estos artistas públicos humildes callejeros ambulantes y otros, bien remunerados, profesionalmente dedicados a la música como entretenimiento para la nobleza y las cortes imperiales.
La prosaica poesía española del siglo XV insinuada en el cancionero de vagabundos juglares y trovadores. Prueba de lo mismo en palabras de Marqués de Santillana sobre el trovero mediador entre la música con recitaciones y el pueblo:
E después fallaron esta arte trovadoresco que mayor se llama é el arte común, donde non es de dubdar (1)
Y años más tarde, este lúcido poeta medieval dio lustre en ‘Libro del Buen Amor’ al lenguaje “aristocrático, embustero y pícaro” de juglares y trovadores.
Sin negar el valor significativo de tales apreciaciones, Marcelino Menéndez y Pelayo dirá que los primeros trovadores españoles provenían no de Provenza, ante bien, de Galicia, y que:
... las primeras poesías de trovadores de Castilla se escribió en gallego antes de escribirse en castellano. Y este galleguismo no era meramente erudito sino que trascendía en los cantares del vulgo. (2)
Posteriormente, los recitados por Francisco Asenjo Barbieri publicadas en ‘Cancionero musical de los siglos XV y XVI’ dan una clara idea de la maravillosa fertilidad del canto trovadoresco en esos tiempos. Allí, por ejemplo, algo más de quinientas piezas cantadas por trovadores, tanto en calles y burdeles de aldeas como en las fastuosas fiestas en homenaje a una señora noble de la monarquía madrileña. Así también Juan del Encina, discípulo de Antonio Nebrija y cantor de capilla del Papa León X, en cuya obra ‘Egloga de Plácida y Victoriano’ elogia la vida de los trovadores “caminantes por los campos de Castilla acompañados de sus instrumentos para alegrar al labriego”.
Los instrumentos de mayor uso, según la copiosa documentación de Fred Hamel en ‘Enciclopedia de la música’, flauta, chirimía, trompeta, tambor, platillo y otros tantos de sonoridad tosca construidos de manera casera por el trovador.
Troveros del centro y norte de Francia usaban en sus cancioneros narrativos, ‘chansons d’histoire’, la lengua ‘d’oc’ y los del sur, tierras de Provenza, la lengua ‘d’oc’, La versión musical generalmente sin mucho arte y, aunque torpe y monótona, estrictamente ligada a la poesía. De acuerdo con numerosos estudios en unos dos mil seiscientos cantos y arriba de doscientas cincuenta melodías muchas de las suntuosas recepciones en castillos y palacios del medioevo francés animadas por trovadores, entre los más afamados de ese entonces Guillermo
Piters, Jauffre Rudel, Piere Vidal, Quesnes de Béthume, Blonde de Nesle, Gace Brulé, Gillebert de Berneville, Colín Muset, Raimbaut de Vaqueiras, Folguet de Marsella y Gaucelm Feidit (3). Cuéntase también que Leonor de Aquitania, esposa del poderoso rey de Inglaterra Enrique II Plangagenet, tenía de preferido el recitativo particularmente amoroso del trovador más popular de entre todos en París Bernard de Ventadour:
Ya entrarás mi dulce amiga
Cual mi corazón, querida,
En mi estancia harás tu entrada,
Linda, con primor adornada. (4)
El mismo tema amanerado y cortesano de otro trovador igualmente encumbrado Adam de la Halle, apodado ‘Le Bossu d’Arras’ (‘el jorobado de Arras’), en alabanza de las princesas Marie y Aelis de la corte imperial de Champaña:
Amor, Amor,
Solo ante tus plantas
Quiero morir de amor (5)
Estaban las canciones consagradas a las fiestas báquicas del trovador Bertan Born, que por sobremanera deleitaban al monarca francés Enrique I:
Es mi propósito morir en la taberna,
Acerquen una copa a mis labios,
Para mi último aliento,
Y que los coros angélicos digan
Al mirar mi rostro:
Sé propicio, Señor, a este bebedor (6)
Otro placer del rey, según la leyenda, que Born le evocara en versos cantados el orgullo galo, la muerte de un héroe en tiempos de las Cruzadas y alguna u otra estancia de la ‘Canción de Rolando’, cuya probable fecha de composición ha sido fijada entre 1066 y 1095.
La canción trovadoresca igualmente famosa en la Inglaterra de tiempos ‘isabelinos’ y ‘jacobinos’. No escasos los documentos históricos donde se dice que el arte de los trovadores “ quitaba el sueño a muchos de los monarcas británicos” (7). Vestigio importante el rango de cantor y músico de la corte otorgado por el rey Guillermo el Conquistador, poco antes de su fallecimiento en 1144, al trovador de tabernas y hosterías Rahere. Puede rastrearse en ensayos sobre la música medieval británica que el conde galés Randulfo convocaba a trovadores ‘pícaros’ y ‘vagabundos’ para animar bodas o reuniones sociales en su castillo de Flintshire, que Eduardo IV con frascos de vino y algunas monedas mostraba gratitud a trovadores por sus animaciones durante las ‘noches de jolgorio’ en el palacio real, y que por entonces el arte de trovar era de entretenimiento no tan solo de vasallos y escuderos de los ‘bajos fondos’ de Londres, York, Beverley y Canterbury sino también de acaudalados burgueses y terratenientes.
El trovador era considerado en la dinastía de los Tudor un ‘conpositor con interesantes luces’. Aptitud que Carl Burney en su escrito sobre la antigua música inglesa corrobora de esta manera:
La mayor parte de estos músicos parece estar formada por compositores profanos, y que si hubiéramos de juzgarle por su conducta en la vida privada, por su preferencia por la poesía picaresca habría de suponérsele hombres de moral no muy pulcra ni de sentimientos delicados. (8)
No menos interesante el relato de Esteban Pujals sobre el reconocimiento del rey Jacobo I a los trovadores por:
... maestros y custodios del arte musical de Londres. (9)
Del mismo tenor la extensa exposición de H. A. F. Crewdson acerca de la ‘Corporación de poetas y músicos trovadores’ creada a instancias del protector de Inglaterra lord Oliver Cromwell:
... créase la Corporación para regular lo concerniente a la profesión
trovadoresca. (10)
Sucintos perfiles bibliográficos que dan prueba del arte trovadoresco como capítulo interesantísimo en la evolución de la música inglesa medieval.
***
El minnesang, canto popular del siglo XII y XIII, fue en Alemania lo que el arte trovadoresco en Francia e Inglaterra, tal cual Pierre Gennrich documenta en su didáctico e instructivo ensayo sobre la música germana (11). Los temas empapados de asuntos bíblicos, de rangos caballerescos, de heroísmos y de veneraciones amorosas. Había de entre los minnesinger aquellos de amplia educación literaria y musical, casos más notables, Wolfram von Eschenbach, a quien se atribuye la autoría del poema ‘Parzival’ , Ulrich von Lichtenstein cantor en las basílicas protestantes de Turingia y Waimar, Heinrich Frauenlob, poeta y músico de Maguncia, Heinrich von Meissenn, respetado como el último minnesingers alemán, y Walter von der Vogelweide, cantor luterano de las cortes principescas de Baviera, del Danubio y Rhin (12).
Richard Wagner muestra la actuación de los minnesinger en ‘Los maestros cantores de Nuremberg’ con innumerables antecedentes en la literatura alemana. Sin duda alguna ha observado muy acertadamente las características de esa práctica en la personificación del digno héroe del drama musical Hans Sachs, personaje de existencia real durante el período 1494 a 1576, prolífico poeta, dramaturgo y compositor, quien lejos de ser un demiurgo lujurioso y vengativo o un caballero enfermo de amor fue trovador burgués capaz de afectos grandes y sinceros. El historiador alemán Johann Christoph Wagenseil dice que Sachs además de cantor compuso en las cortes germanas y congregaciones protestantes 4.275 canciones, 1.700 fábulas, 754 cuantos y 208 obras dramáticas (13). De ahí que Wagner
con mucha razón puso en boca del Sachs protagonista de la ópera las palabras siguientes:
“No despreciéis a los maestros y respetad su arte... Lo real y lo auténtico, nadie lo sabría ya si no perdurara dignificado por los maestros alemanes”.
Por todo lo hasta aquí expuesto, no cabe duda alguna que es posible hablar de una escuela trovadoresca propiamente dicha en la Europa medieval.
BIBLIOGRAFIA
(1) Santillana, Iñigo. ‘Trovas cazurras’.
(2) Menéndez y Pelayo, Marcelino. ‘Antología de poetas líricos castellano’. T.
(3) Sunyol, G. M. ‘Introducción a la paleografía de la música gregoriana’.
(4) Láng, Paul Henry. ‘Ulterior difusión del arte gregoriano’.
(5) Hadas, Milton. ‘Paráfrasis trovadorescas’.
(6) Scholes, Percy A. ‘Diccionario Oxford de la música’.
(7) Burney, Carl. ‘Historia general de la música inglesa’.
(8) Pujals, Esteban. ‘Historia de la literatura inglesa’.
(9) Crewdson, H. A. F. ‘Historia de la corporación de la música inglesa’.
(10) Gennrich, Friedrich. ‘Los minnesang’.
(11) Consúltese de Heinrich Anglés ‘La música de fines del siglo XIII’.
Escrito por Alfredo Canedo
(Bibliotecario)
Desde España
Fecha de publicación: Enero de 2010.
Artículo que vió la luz en la revista nº 0014 de Sinfonía Virtual