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LA TETRALOGÍA WAGNERIANA O LA SÍNTESIS DE TODAS LAS ARTES (III)
Pablo Ransanz

“Un hombre tiene que tener siempre el nivel de la dignidad por encima del nivel del miedo”.

Eduardo Chillida (1924-2002), escultor español.

 

A Esther y Abraham Tena Manrique, dos de mis pianistas preferidos.

 

Sigfrido, el ‘Übermensch’ wagneriano: una introducción


Sigfrido en la fragua de Mime, mientras forja a ‘Nothung’

Después de muchos años de profundo estudio de la mitología y tragedias griegas, así como de una gran empatía, simpatía y excelente conocimiento de los ancestrales personajes que plagaron la mitología eslava y teutona durante milenios en la Historia de Occidente – y más concretamente, en el  Primer Sacro Imperio Romano Germánico o ‘I Reich’ -, el Maestro germano Richard Wagner se decidió a acometer la composición de uno de sus ‘dramas’ (Wagner dixit) más ambiciosos, paradigmáticos y delicados: “Sigfrido”.

Nuestro músico y literato – como se ha relatado en anteriores entregas de esta ‘saga’ -, sentía una profunda necesidad – a la vez que anhelo -, por plasmar en una partitura todo aquéllo que, a su juicio, simbolizaban las mayores virtudes y los valores éticos, morales, literarios y musicales de la historia de la actual Alemania. ¿Podría un simple mortal (cantante-actor), ser merecedor de semejante misión y estar a la altura de la misma…?

No en vano, sería el propio Wagner quien concibiese lo que posteriormente ha dado en denominarse “tetralogía” (o “trilogía con prólogo”), como una “síntesis de Arte total” (o “síntesis de todas las Artes”, como se prefiera). Dicha “síntesis” – denominada ‘Gesamtkunstwerk’ en idioma alemán por el propio compositor -, tenía como ejes principales de la trama argumental y del drama escénico a cinco personajes insustituibles y vertebradores de toda la “tetralogía”: Siegfried, Brünnhilde, Siegmund, Sieglinde y Wotan.

Siegfried (o Sigfrido, en su traducción al castellano), simbolizaba para Wagner lo que él mismo dio en llamar el ‘Übermensch’; es decir, el “superhombre” (en una traducción literal y “cruda”), o el ‘héroe’ (un vocablo estéticamente más válido que el anterior), y que también utilizaría con el devenir del tiempo su distinguido compatriota Richard Strauss en su extraordinario poema sinfónico para orquesta titulado “Ein Heldenleben” (“Una vida de héroe”).

Para el compositor natural de Leipzig, Sigfrido se perfiló desde sus orígenes como un verdadero engranaje entre todos los ‘dramas’ que habrían de constituir, con el paso de varias décadas, el drama escénico-musical “El Anillo del Nibelungo”. 

Debido a ello, el citado ‘Übermensch’ debía reunir las mayores cualidades que un ‘héroe’ pudiese ostentar: vigor, virilidad, juventud, absoluto desconocimiento del miedo o del temor, y una importante misión que llevar a cabo: redimir a la valquiria Brünnhilde de su castigo (el célebre “círculo mágico” impuesto por su padre, el dios absoluto Wotan), valiéndose para ello de su valentía, determinación y, cómo no, del Amor como fuerza capaz de redimirlo todo. Él era el elegido para devolver el anillo robado por el codicioso y malvado nibelungo Alberich (o Alberico, en castellano), a las ninfas del Rhin, las verdaderas y únicas guardianas del equilibrio reinante en la Naturaleza entre las diferentes razas existentes, y muy en especial las encargadas de preservar de toda codicia a dioses y hombres en su afán por la posesión del anillo mágico de poderes sobrenaturales.

La tarea que se había autoimpuesto Wagner era harto compleja: a las características intrínsecas al “superhéroe” ya señalado, deberían sumársele las condiciones vocales más extraordinarias posibles de la época, y encontrar todas éstas en un mismo cantante. Sin duda, el compositor alemán debió albergar sus dudas al principio. ¿Era factible que un excelente actor-cantante pudiese estar a la altura de las exigencias que planteaba la partitura original?

El genio de Leipzig siempre hizo un brutal hincapié en la necesidad de encontrar a un cantante (tenor) con un timbre de voz algo juvenil a la vez que viril, rotundo en los graves, profundo y potente en la emisión en el registro medio, así como capaz de alcanzar ciertos sobreagudos difíciles para un tenor convencional sin grandes dificultades. De ahí que se acuñase una expresión – con mayor o menor fortuna –, que ha pasado a la historia de la partitura wagneriana: la figura del ‘Heldentenor’ o ‘tenor heroico’.

Puede afirmarse sin temor que Wagner perseguía casi una “utopía” en vida, dado que muy pocos cantantes de la época en la que se enmarca la composición de la obra reunían unas cualidades como las anteriormente descritas, así como una técnica vocal tan depurada.

Sigfrido es el auténtico protagonista de gran parte de la “tetralogía”, aunque a veces cueste creerlo en un primer acercamiento a esta tercera parte (la que nos ocupa en estas páginas de Sinfonía Virtual), debido a que nuestro ‘Übermensch’ no asume un rol verdaderamente decisivo hasta que huye airadamente de la modesta casa del herrero Mime, hermano del nibelungo Alberich y “pater putatibus” del niño huérfano, que le fue entregado en adopción al poco de nacer, después de la muerte de su madre Sieglinde. El carácter violento e irascible de Sigfrido nos es revelado casi desde un primer momento por el propio Mime (representado y caricaturizado por las violas de manera soberbia en las primeras partes orquestales), quien se lamenta por no acertar a comprender qué es lo que ha hecho mal durante los años en los que se ha dedicado a la educación del joven ‘héroe’, dado que este último le desprecia explícitamente en más de una ocasión, e incluso le amenaza con matarle si no le confiesa quiénes son sus verdaderos padres biológicos.

 


Sigfrido en su lucha encarnizada con el dragón Fafner.

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SEGUNDA PARTE
(publicada en julio de 2008, en la octaba edición)

“Aquí lo encuentro: es el pensamiento; esto es lo único que no se me puede arrebatar. Yo soy, yo existo: esto es cierto. Pero... ¿Cuándo? Concretamente mientras pienso, porque acaso podría acontecer que, si cesase completamente de pensar, en ese mismo momento dejase absolutamente de existir. No admito ahora nada más que lo que es necesariamente verdadero; soy, pues, precisamente sólo una cosa que piensa, esto es, una mente, un espíritu, o un entendimiento, o una razón, términos estos antes de significación desconocida para mí”.
         René Descartes

 

Sigfrido, el ‘Übermensch’ wagneriano: ¿‘héroe’ y ‘divinizado’?


Sigfrido en la fragua de Mime, mientras forja a ‘Nothung’

Mucho se ha opinado, escrito, publicado y debatido a lo largo de los últimos ciento veinte años en torno a la significación real de la figura del ‘Übermensch’ wagneriano, hasta el punto de realizarse excelentes Simposios, amplísimos Ciclos de Conferencias y sesudas charlas de debate en las Sociedades Wagnerianas más importantes e influyentes a escala mundial, comenzando por países como Alemania, Inglaterra, Suiza, Austria, España o Francia, y recalando en otros países de gran tradición musical como Venezuela o  Italia - por citar tan sólo algunos ejemplos ciertamente relevantes -.

De todos es conocido que Richard Wagner siempre ha gozado de tantos detractores como partidarios, e inclusive más de los primeros que de los segundos: baste aquí y ahora traer a colación aquel anecdotario wagneriano, que se publicaba en estas mismas páginas digitales no hace demasiado tiempo por parte de quien firma ahora este artículo. *

Una de las preguntas sustanciales que se plantean en el ‘drama wagneriano’ de “Sigfrido”, atiende en gran medida a las cuestiones – ciertamente muy sui generis -, que se han lanzado de forma implícita y de manera simplificada a nuestros lectores nada más redactar este primer epígrafe. En otras palabras, con mayores interrogantes que al principio, y para que se comprenda a la perfección lo que se ha venido a decir con anterioridad: ¿Sigfrido es un ‘héroe’ real – dentro de la concepción que se tiene de ‘héroe’ en nuestro tiempo - que, además, se ha ‘divinizado’ con el transcurrir de las décadas? ¿Acaso se le ha ‘divinizado’ por temor a expresar de manera pública errores cometidos por Wagner en la concepción psicológica de este ‘héroe’ que parece – y bien dicho está - invencible y plagado de virtudes? ¿Qué ideas abstractas y concretas tenía el genio de Leipzig en relación a lo que debe ser un verdadero héroe?

Quizá exista parte de un público musicalmente culto y muy respetable que opine que Richard Wagner realizó un trabajo incontestable y poco menos que inabarcable – o inaccesible intelectualmente para casi cualquier otro mortal -, por el que se justifican muchos de los ‘dislates’, ‘despistes’ o ‘lapsus’ que bien pudo cometer nuestro compositor germano a la hora de delimitar, definir y hacer explícitas las ‘virtudes’ de su Sigfrido.

Con casi total certeza, puede afirmarse sin temor a cometer equivocaciones que, así como existe este público tan respetable -  “wagneriano de pro” – al que se ha aludido -, otro sector musical tradicionalmente más crítico con los mitos eslavos y teutónicos, considera este ‘drama’ – que no el ciclo completo de “El Anillo del Nibelungo” -, como uno de los más flacos favores que el Músico, poeta y literato de Leipzig pudo hacer a la denominada “Tetralogía”.

¿Cómo justificar el terrible parricidio cometido por Sigfrido cuando, una vez conocida su verdadera identidad, repudia para siempre y asesina al nibelungo Mime, quien le ha criado desde que era tan sólo un tierno bebé? ¿Tan cruel y malvado había sido como “pater putatibus” el referido Mime, cuando él mismo se horroriza ante los ataques de cólera de Sigfrido dentro de la casa de este humilde herrero; ataques furibundos provocados directamente contra el hermano honrado y bondadoso del codicioso y homicida Alberich,  por lo dispar del carácter pacífico y un tanto cobarde – eso sí – de Mime, que se niega a forjar la espada ‘Nothung’ para Sigfrido por considerarle un peligro potencial?


Motivo de la espada ‘Nothung’ (pincha para ver a tamaño real)

No debe olvidarse que nuestro ‘Übermensch’ es una persona (joven muchacho) de carácter violento e intempestivo, irascible y parco en palabras, que, además, quiere acabar con el – ahora – degenerado (por su maldad y codicia) gigante-dragón Fafner, que custodia celosamente un enorme botín de oro, espada y joyas – ese mismo tesoro robado tiempo atrás por Alberico (o Alberich, en idioma alemán original) ya desde hace algún tiempo -, con el consentimiento cuasiexplícito del dios absoluto Wotan, como una generosa y justa recompensa – Wotan dixit – que nuestro dragón se merece, debido a los servicios prestados durante años por la construcción del Walhalla – o morada de los dioses y guerreros caídos en combate heroicamente -, con la inestimable ayuda de su hermano Fasolt (asesinado también por Fafner en trifulca terrorífica por la dicotómica posesión de la diosa Freia o del tesoro…), y en cuyo poder obran desde entonces un yelmo y un anillo mágicos de poderes extraordinarios, que hombres, dioses, gigantes, nibelungos e incluso guibichungos – luego se verá el perfil psicológico de Hagen y de esta raza que entronca con Alberico -, ansían poseer para dominar al resto de las razas…

 


Fafner y Fasolt, con la diosa Freia tomada como rehén

Parafraseando la crítica del año 1882 en Inglaterra:

“… La primera hazaña que comete el héroe Sigfrido es degollar a un dragón, curiosamente débil y desvalido, y que nunca hizo daño a nadie. Acude a su cueva, donde el dragón vive retirado del bullicio, irrumpe en su vida privada y le asesina, siguiendo este deshonroso acto con otro aún más cruel, como el de matar al gracioso y viejo enano que le ha educado con indiscutible bondad desde su más tierna infancia. Además de todo esto, obtiene la confianza de un simple pajarillo que, mediante un incoherente monólogo, le pone en guardia contra el enano, quien, a su vez, sin duda llevado por una incipiente embriaguez, comienza a decir tonterías…”

(revista “The Theatre” del 1 de junio de 1882, William Beatty-Kingston)

El lector o lectora avezado/a habrá podido comprobar que, además de cierto escepticismo ‘antiwagneriano’ arrojado “ad hoc” en estas páginas – con fines pedagógicos que se verán más adelante –, y que, a la postre, habrá de desaparecer para irradiar claridad y luz a estas reflexiones que aquí tienen cabida, sobrevuela una parte del substrato filosófico-existencial cartesiano acerca de la “duda razonable” (…)

(Continuará en breve…)

 

* Ver el siguiente enlace URL de la revista Sinfonía Virtual: http://www.sinfoniavirtual.com/revista/002/anecdotario_wagneriano.php

 


Escrito por Pablo Ransanz
Desde Madrid (España)
Fecha de publicación: Abril y Julio de 2008.
Artículo que vió la luz en la revista números 7 y 8 de Sinfonía Virtual


 

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