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PABLO SARASATE Y SU MUNDO MUSICAL
Nieves Gutiérrez de la Concepción
y María Luisa Gutiérrez de la Concepción

 

Dedicado a nuestro tío, el músico Luis de la Concepción

 “Si a algún ser humano le fuese dado alcanzar la perfección absoluta, este ser sería indudablemente Sarasate. Y es que no puede darse ya un más allá de lo que él consigue. ¿Y  con qué lo consigue? Con un simple violín, el instrumento que quizás primero requiere más estudio; el más dado a defectos de ejecución; el más primoroso; vulgar por lo manoseado, y sublime solamente cuando se posee por completo”.
Memorias de Sarasate
Julio Altadill

 

Escribir sobre Pablo Sarasate (1844-1908) supone hacerlo sobre uno de los más considerados y reputados virtuosos españoles, reconocido fuera de nuestras fronteras (1), pero bastante desconocido en su propia patria. Su obra, grabada íntegramente, carece sin embargo de un estudio profundo, que deberá ser objeto de una investigación más amplia de lo que aquí se va a exponer. Este año, en el que se cumple el centenario de su muerte, puede ser un buen acicate para adentrarse en su mundo musical, compuesto no sólo por su faceta interpretativa sino también por la compositiva, de la que trazaremos aquí un breve bosquejo.

Para enmarcar su figura, hemos de considerar que la vida profesional de Sarasate cobra sentido en el marco de la música española y también francesa. De ésta porque en Francia estudió y celebró sus conciertos más famosos, con los que se dio a conocer en el resto de Europa; y, en el caso de la música española, porque solía viajar a España durante los sanfermines para dar conciertos multitudinarios.

Pero empecemos desde el principio, fue un niño prodigio en el violín, cuya carrera comenzó en el momento en el que la Condesa de Espoz y Mina decidió becarle para que estudiase en Madrid. Su siguiente paso fue Francia, donde triunfó como intérprete a costa de sus estudios de composición, que abandonaría definitivamente para consagrarse al violín. Es en ese país donde se desarrolló toda su vida profesional y donde cultivó la amistad de compositores de la relevancia de Saint-Säens, Bizet, Lalo o Massenet entre otros.

Su fama como violinista queda atestiguada en numerosas reseñas periodísticas de la época, en publicaciones como The Musical Times, que reseñó sus éxitos en EEUU durante diferentes años, como el concierto celebrado en el Saint James Hall (2), en 1891, y donde se recoge su triunfo junto con su pianista acompañante, Madame Berthe Marx.  También contemporáneos suyos, como el violinista y profesor Carl Flesch (3)transmitieron su reconocimiento de la técnica y el estilo de Sarasate como violinista. Pero también podemos encontrar críticas adversas, como la que realiza Andrea Della Corte.

Fue, además, uno de los primeros virtuosos (4)que grabó sus interpretaciones en gramófono (5).

Sin embargo, nunca disfrutó de éxito como compositor en España, donde era rechazada esta faceta suya entre otras cosas por no residir en este país. Pero, según señaló Leigh Henry (6)en 1919, el hecho de que la producción de Sarasate no llegara a cuajar en España –como ocurrió también con la de otros compositores contemporáneos suyos- se debía a la tradición española iniciada con Morales, Victoria y Cabezón. El estilo de esta música renacentista habría conformado el gusto español en la sobriedad, de modo que poco podrían gustar sus obras, en las que, como veremos, primaban los juegos melódicos por encima de lo conceptual y lo austero.

Su producción consta de 54 composiciones de diferente calado que aún no han recibido un estudio profundo por parte de los musicólogos. Entre ellas podemos encontrar pequeñas piezas en las que se constata la influencia del folclore musical español, así como el tipo de obra predominante en los salones del momento: las fantasías sobre las óperas de otros autores.

Una de sus características más importantes es que no cambió de estilo a lo largo de  toda su producción que abarca 52 años, entre 1856 y el año de su muerte, 1908.

Es interesante señalar que, al ser uno de los primeros violinistas virtuosos que se hizo famoso, llega a generar un repertorio importante para su instrumento, al que colabora con su propia producción. En cuanto a ésta, poco analizada como ya hemos apuntado más arriba, algunos estudiosos de su obra la señalan como formada por excelentes composiciones para generar virtuosos del violín, aunque poco estimulantes desde el punto de vista compositivo. Hay que tener en cuenta que, en el momento en el que Sarasate escribe su producción, en Europa se está llevando a cabo un cambio en las coordenadas musicales, no sólo mediante la ruptura con el romanticismo, sino también con la introducción de nuevos estilos gracias a la obra de Falla, o de Debussy, por encontrar referentes que podrían estar más cercanos a él, y piezas como Verklärte Nacht  (Schöenberg, 1899), en la que ya se encuentran nuevos paradigmas compositivos muy lejanos a las propuestas de Sarasate a pesar de su contemporaneidad.  

¿Qué podemos encontrar, entonces, en su obra? Virtuosismo como una de sus principales metas, si no la fundamental. Un exhibicionismo de salón que le lleva a formular piezas con una gran simplicidad de forma, pero melódicamente muy brillantes y destinadas a un público acostumbrado a dejarse fascinar por la forma externa más que por el contenido. Tengamos en cuenta que  Sarasate se desenvolvía en el mundo de la alta burguesía y para ella componía, en concreto para la burguesía francesa que frecuentaba los salones y los teatros, y que estaba al tanto de los últimos éxitos “comerciales” del divo de moda. Como ha señalado Luis G. Iberni, “aquí se comportó como casi todos sus colegas desde Thalberg o Liszt, entre los pianistas, hasta Ernst, Bassin, Wieniaswskio Vieuxtemps, sin olvidar al legendario Paganini, entre los violinistas” (7).

El tipo de piezas que podía interpretar se basaba en la transcripción de números de ópera, algo común en la época, junto con las piezas de evasión. En este contexto es en el que debemos situar su labor compositiva. En toda ella parece haber huido de cualquier elemento que pudiera otorgarle a su obra el calificativo de profunda, buscando un contrapunto a la música alemana del momento, en la que se destaca la profundidad tanto en la forma como en el contenido. Es decir, no utiliza grandes recursos armónicos, su armonía es elemental, y la forma es muy sencilla. Esto puede tener su explicación en dos circunstancias: por un lado, su carencia de estudios de composición, que, como comentamos al principio, no llegó a concluir dado su éxito como violinista y, por otro lado, la necesidad de dar al público una música manejable y efectista.
Otras características que encontramos en su estilo es una  especial preferencia por el manejo de tonalidades y juegos tonales cercanos, una enorme regularidad en las frases, y una orquestación en la que no hay juego de contrastes sino más bien una repetición de las melodías reservadas al violín. Hay que tener en cuenta que lo fundamental en su música es que el violín brille y, por tanto, el resto de la orquesta se limita a acompañar.

Para analizar más detenidamente sus obras recurriremos a la clasificación que realizó en su momento el investigador García Iberni (8):

  • Fantasías y reminiscencias de óperas
  • Piezas de salón de corte francés
  • Fantasías y melodías basadas en piezas populares europeas
  • Composiciones basadas en el folclore hispano.

Uno de los modelos compositivos más trabajados por Sarasate fueron las reminiscencias de óperas, muy comunes en la época. Con ellas compuso piezas de gran virtuosismo, sobre temas ya conocidos  por un público que las consumía con devoción. Como se ha explicado, en ellas las melodías estaban a cargo del violín, mientras que la orquesta se limitaba a apoyar armónicamente, trasladando de la ópera original el acompañamiento.
Además, sus piezas de salón, forma a la que tan aficionados eran los franceses, se caracterizaban por la libertad formal. Sarasate las compuso hasta principios de siglo usando, para mostrar su virtuosismo, todos los recursos técnicos de la época como las dobles cuerdas, armónicos, legatos, stacatos, détaché y pizzicatos.

Por otro lado, cabe destacar que su tarea compositiva puede inscribirse dentro de la atracción por lo  popular y lo exótico, rasgo romántico que recorre toda Europa y que se podría enmarcar en dos direcciones. Por un lado, el uso de la música popular había sido en manos de Liszt uno de los estímulos para los compositores y oyentes del momento. Así se popularizó, por ejemplo, la música cíngara. En este sentido podemos integrar las  Zigeunerweisen,op. 20. Se trata de una pieza  para violín y orquesta o piano basada en temas de çardas; escrita en Do menor, tiene un solo movimiento dividido en varias secciones: una parte de un gran virtuosismo, enérgico, una parte más lenta con una melodía melancólica apoyada por la orquesta, y una parte final, en forma binaria, en la que la velocidad se hace extrema, añadiéndose como dificultad los armónicos y los pizzicatos en la mano izquierda, lo que visualmente debía resultar a sus contemporáneos muy atractivo.  A esto se uniría que el final se realiza en una tonalidad mayor (Do mayor), con lo cual la apoteosis llega a su máximo grado.

Además del folclore de otras zonas de Europa, Sarasate compuso empleando elementos del folclore español. Con ello responde a un gusto, a la moda por lo exótico, en el que lo español aparece como un elemento a considerar dentro de la visión de tierra lejana, poco conocida y poco desarrollada que, desde el extranjero, se tenía de España. De hecho, muchos compositores compañeros suyos compondrán alguna obra con referencias a nuestra patria, desde el Capricho español, de Rimsky Korsakov, hasta Carmen de Bizet.

También en relación con su estilo podemos preguntarnos si en su obra hay ecos nacionalistas. Aquí los investigadores se han divido entre los que encuentran a un nacionalista que extiende el nombre de España en todos los escenarios que pisa (9)hasta aquellos otros que rechazan esta posibilidad. De hecho, Sarasate se incorpora a una línea estilística de composición de la que son partícipes otros autores contemporáneos a él; muchos de ellos escribieron obras basadas en canciones populares de sus lugares de nacimiento o incorporaron los respectivos himnos nacionales. Sin embargo, creemos que no puede ser considerado como un compositor nacionalista, ya que su aproximación a lo nacional es muy superficial, se limita a difundir los tópicos que luego aparecerán en las obras de otros compositores. Como señala Custodia Plantón, “como buen español, Sarasate llevó dentro de sí la ternura y la poesía que su música y la tradición infundieron en su corazón desde su infancia. Sus composiciones, preferentemente violinísticas, se inspiraron, con algunas excepciones, en nuestro folklore, mostrando ese movimiento alegre y a la vez melancólico de la región Navarra (10).

En muchos casos sus referencias españolas proceden de temas de la zarzuela y la forma musical que adopta preferentemente es la variación, además utiliza todo tipo de recursos virtuosísticos de los que venimos mencionando a propósito de otras obras suyas.
En definitiva, nos encontramos ante un músico que ha brillado más por su excepcionalidad como intérprete que por su labor como compositor, aunque ambas unidas le sirvieran para lanzar el nombre de España más allá de nuestras fronteras, exportándolo como elemento exótico dentro de la estética europea del momento.

 

NOTAS A PIE DE PÁGINA

1. Un retrato suyo, pintado por James MacNeil Whistler, colgaba de la Society of British Artists en 1885, lo que nos da una idea de cuán reconocido intérprete era Sarasate. BRUMBAUGH, Thomas B.: “A Whistler Footnote”. En: Art Journal, vol. 31, nº 3 (Spring, 1972), p. 261.

2. “Mr. Sarasate´s Concert”. En: The Musical Times and Singing Class Circular. Vol. 32, nº 575 (Jan. 1, 1891), p. 22.

3. KELLER, H. – FLESCH, C:  The memories of Carl Flesch. New York: Macmillan, 1958.

4. Aunque su valía como violinista se recoge en otros apartados de esta publicación,  sí queremos consignar una de las anécdotas más curiosas que existen sobre él, según la cual su maestría con el violín era de tal calibre que no le hacía falta ensayar. Sólo afinaba las cuerdas y el siguiente sonido que salía de su instrumento era la ejecución de la obra. Este hecho está recogido por muchos de sus contemporáneos. MACKENZIE, A.: “Pablo Sarasate: Some Personal Recollections”. En: The Musical Times, vol. 49, nº 789, (Nov. 1, 1908), pp. 693-695.

5. WOLLEY, Grange: “Pablo de Sarasate: His Historical Significance”. En: Music and Letters, vol. 36, nº 3 (Jul., 1955), p. 241.

6. HENRY, L.: “The New Directions in Spanish Music”. En: The Musical Times, vol. 60, nº 918 (Aug. 1, 1919), pp. 401- 402.

7. GARCÍA IBERNI, Luis: Pablo Sarasate. Madrid: Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 1994, p. 146.

8. Ibid., p. 149.

9. “Pero es Pablo Sarasate quien, durante los cuarenta y ocho años comprendidos entre 1861 y 1909 (sic), incesantemente realizó triunfales giras de conciertos por todo el mundo, durante las cuales no sólo era aplaudido el virtuoso del violín español sino que merced a sus esplendentes composiciones violinísticas, basadas la mayor parte de ellas en nuestros cantos populares, en las más genuinas tonadas patrias – la jota, la malagueña, la muñeira, la playera, el bolero, el vito, el zapateado, el zortzico…- fueron conocidas y admiradas por todos los públicos internacionales, con lo que la música española se afianzó más y más en el conjunto de la música mundial”. SARGADÍA, Ángel: Pablo Sarasate. Plasencia (Cáceres), Sánchez Rodrigo, Colección Hijos Ilustres de España, 1956, p. 13.

10. PLANTÓN, Custodia: Pablo Sarasate. 1844 – 1908. Navarra: Ediciones Universidad de Navarra,  2000. p. 213.

 

BIBLIOGRAFÍA

ALTADILL, Julio: Memorias de Sarasate. Pamplona, Imprenta de Aramendia y Onsalo, 1909.

BRUMBAUGH, Thomas B.: “A Whistler Footnote”. En: Art Journal, vol. 31, nº 3 (Spring, 1972), p. 261.

GARCÍA IBERNI, Luis: Pablo Sarasate. Madrid, Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 1994.

HENRY, L.: “The New Directions in Spanish Music”. En: The Musical Times, vol. 60, nº 918 (Aug. 1, 1919), pp. 401- 402.

KELLER, H. – FLESCH, C:  The memories of Carl Flesch. New York, Macmillan, 1958.

MACKENZIE, A.: “Pablo Sarasate: Some Personal Recollections”. En: The Musical Times, vol. 49, nº 789, (Nov. 1, 1908), pp. 693-695.

“Mr. Sarasate´s Concert”. En: The Musical Times and Singing Class Circular, vol. 32, nº 575 (Jan. 1, 1891), p. 22.

PLANTÓN, Custodia: Pablo Sarasate. 1844 – 1908. Navarra, Ediciones Universidad de Navarra, 2000.

SARGADÍA, Ángel: Pablo Sarasate. Plasencia (Cáceres), Sánchez Rodrigo, Colección Hijos Ilustres de España, 1956.

WOLLEY, Grange: “Pablo de Sarasate: His Historical Significance”. En: Music and Letters, vol. 36, nº 3 (Jul., 1955), p. 241.

 


Escrito por Nieves Gutiérrez de la Concepción
y Mª Luisa Gutiérrez de la Concepción
Desde España
Fecha de publicación: Enero del 2008.
Artículo que vió la luz en la revista nº 0006 de Sinfonía Virtual

ISSN 1886-9505


 

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