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TETRALOGÍA WAGNERIANA O `SÍNTESIS DE TODAS LAS ARTES´: ¿REALIDAD O FICCIÓN? (2/4)

Pablo Ransanz
Compositor

(Nº 5, OCTUBRE, 2007)


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DIVULGACIÓN


No creo que en muchos siglos se haya creado una obra poética tan verdaderamente sublime, tan poderosa, tan llena de sencillez; todo en ella es grandioso, aún para el sentido visual; veo ante mí la forma de los dioses y oigo resonar sus voces a lo lejos

(Kóhler, refiriéndose al poema wagneriano del “Anillo”)

 

A Esther y Abraham Tena Manrique
Dos de mis pianistas preferidos.


Wotan invocando a sus nueve hijas Valquirias


La redención por medio del amor y la humanidad de ‘Die Walküre’

El segundo de los ‘dramas’ wagnerianos que constituyen la Tetralogía – Die Walküre -, supone un punto de inflexión – por varios motivos - en el desarrollo del conjunto de la acción dramática. En esta segunda ópera del ‘gran drama’ del “Anillo”, que en realidad es la primera de las tres ‘jornadas’ que integran la colosal producción de Wagner – puesto que Das Rheingold debe entenderse como un prólogo a todo cuanto va a acontecer -, aparecen muchos elementos diferenciadores.

        Estos elementos son, en esencia, la irrupción de nuevos – y atrayentes - personajes en la trama (acción dramática), la idea del amor como la verdadera y única fuente de la redención, y la gran humanidad que derrochan los nuevos protagonistas: Siegmund, hermano mellizo de Sieglinde, como el elegido para erigirse en el legítimo heredero mortal del dios absoluto Wotan; Sieglinde, cuyo amor por el primero – correspondido casi de inmediato desde su reencuentro en la choza en la que ella vive –, le lleva a mantener relaciones incestuosas con él, que darán como fruto inesperado a un niño-héroe; la diosa Fricka, esposa de Wotan, diosa del Matrimonio y garante de la institución que representa, quien se opone frontalmente al amor que se profesan los dos hermanos – una clara y flagrante vulneración del compromiso matrimonial convencional -; el todopoderoso Wotan, quien se ve presa de su propia codicia, de sus contradicciones al concebir y urdir sus maléficos planes, del amor que profesa a sus nueve hijas Valquirias – en especial a Brünnhilda - y de su ambición de poder; Brünnhilda, la joven Valquiria predilecta de Wotan, que sufre la cólera de su padre al desobedecer a éste y rescatar a Sieglinde, y que es condenada a dormir un sueño eterno hasta que aparezca un verdadero héroe que sea merecedor de su amor; Fafner, desdichado gigante que vive en las profundidades de un bosque en forma de horrible dragón, solitario y proscrito tras asesinar a su hermano Fasolt e incumplir su pacto con Wotan

        En Die Walküre, el espectador-oyente se embarca en una aventura de pasiones humanas y de violentas emociones; incluso, quien más y quien menos, se identifica con parte – o la totalidad – de los rasgos psicológicos de un determinado personaje. Wagner extrae de su paleta musical una coloratura orquestal realmente admirable. Es evidente que su técnica como orquestador es más depurada que cuando comenzó a acometer la tarea de componer Das Rheingold. La soltura y extraordinaria habilidad con la que manejaba los timbres de los diferentes instrumentos de la orquesta – y sus posibles combinaciones - sigue siendo hoy en día fuente de numerosos escritos musicológicos y artículos por parte de la comunidad musical.


La plena vigencia de la esencia de ‘Die Walküre’

Quien se acerque a esta ‘síntesis total del arte’ (Gesamtkunstwerk) desde la óptica recomendada en la primera entrega de esta serie, percibirá con claridad creciente que gran parte de los argumentos que esgrimen los detractores de Richard Wagner para criticar e intentar desacreditar la genialidad creativa del gran músico de Leipzig son rotundamente infundados. Muchas de las críticas negativas que se han vertido sobre la producción artística wagneriana residen en la absoluta falta de voluntad para comprender este ‘suceso espiritual’ irrepetible, en la incapacidad para profundizar en las ideas poéticas y musicales de Wagner y en la ‘densidad’ y complejidad de sus partituras.

        Está claro que el grado de introspección y de conocimiento que exige acercarse con rigor y pasión melófila al corpus wagneriano es elevado. Estamos ante la obra cumbre de un compositor que trabajó apasionada y activamente en este proyecto durante más de dos décadas, y cuatro en el cómputo total – si se tiene en cuenta la concepción original de la Gesamtkunstwerk y del poema “La muerte de Sigfrido” -. Por tanto, será conveniente que el oyente que se acerque por primera vez a la Tetralogía lo haga sin ninguna clase de prejuicios psicológico-musicales.

        El compositor alemán escribió: “Quien quiera que al juzgar mi música separe la armonía de la instrumentación, será tan injusto conmigo como quien separe mi música de mi poesía, mi canto de mis palabras”. De ahí la importancia de comprender que, en efecto, Wagner consiguió reunir las artes principales de su época – y que en la actualidad subsisten, por fortuna – en un único ‘acontecimiento espiritual’, producto de la suma de todas las disciplinas citadas en la primera parte de esta saga. Acercarse tan sólo al plano musical de la Tetralogía - con rigor - reportará un extraordinario goce espiritual y un enorme enriquecimiento a quien así lo haga, pero ese individuo estará conociendo tan sólo una realidad sesgada, desvirtuada. La plena comprensión del ‘gran drama’ que ahora se está estudiando e ilustrando para todos nuestros lectores de Sinfonía Virtual exige un grado de compromiso aún mayor.

        La esencia de ‘Die Walküre’ estriba en su capacidad para mostrar las miserias y grandezas del ser humano, sus limitaciones y ambiciones, sus perversidades y sus actitudes más nobles y generosas. Y he aquí que tanto los dioses como los seres humanos, los nibelungos o los gigantes del mundo imaginario wagneriano cobren una dimensión universal, al margen de la condición de cada uno de esos seres y criaturas. La grandeza de Wagner se encuentra en la universalidad de su mensaje: el amor lo redime todo, incluso a la muerte.

Brünnhilda


Siegmund y Sieglinde: la historia de un amor prohibido

La enorme emotividad que rodea al romance apasionado y fugaz entre Siegmund y Sieglinde viene aderezada por su condición morbosa. Sin duda, para la sociedad de la época en la que nuestro protagonista tuvo que vivir, el incesto – al igual que en la actualidad – era una actividad repugnante y despreciable, condenada moralmente.

        Es, pues, insólito que Wagner plantee la gestación de su héroe Sigfrido – personaje al que ya había ideado psicológicamente – como producto de la unión carnal entre dos hermanos.

        Llegados a este punto de la argumentación, conviene recordar que el mensaje principal – y finalidad de este primer ‘drama’ de la Tetralogía – defiende el amor como sentimiento supremo que redime de toda culpa. El compositor de Leipzig plantea fuertes dilemas morales al tratar de sublimar al amor, anteponiéndolo a los lazos de consanguinidad entre Siegmund y Sieglinde. La diosa Fricka desprecia a los hermanos mellizos por sus ‘apetencias’, y exige a su esposo (Wotan) que no permita que dicha relación sentimental prosiga. La institución matrimonial corre peligro.

Nothung y Siegmund: la Espada de poder y el héroe

Mientras Siegmund intenta denodadamente alcanzar antes del anochecer un refugio en el interior del bosque, la terrible y estruendosa tormenta que se ha desencadenado parece interminable. Este hijo mortal de Wotan desconoce que, en pocas horas, el transcurso de su vida va a sufrir cambios drásticos.

        En su periplo a través de la espesa vegetación, atisba una choza a un lado del camino que ha seguido. Empapado, terriblemente cansado y hambriento, se dirige con premura hacia la que, a simple vista, parece su única oportunidad de encontrar refugio antes de que oscurezca.

        Un frondoso y enorme fresno atraviesa la choza desde el interior de la misma hasta el techo, extendiendo sus enormes y nudosas ramas hacia el exterior. Siegmund llega a la puerta principal, vigila cuidadosamente la entrada a la choza para cerciorarse de que nadie acecha, y finalmente cruza el umbral para dirigirse hacia el calor de la chimenea. Una hermosa mujer – Sieglinde –, ha escuchado ruido. Asustada, se encamina hacia el vestíbulo de su hogar, donde encuentra al viajero. El hombre se levanta e intenta aclararle la situación. Sieglinde le pregunta quién es, cómo ha ido a parar allí y qué quiere. Él le suplica que le permita presentarse, mientras recobra valor y fuerzas junto a la chimenea.

        Sieglinde acepta la proposición, aunque turbada y con los recelos lógicos hacia un forastero del que nada conoce. Siegmund insiste en que su única intención es pasar la noche allí sin ocasionar molestias, si es que se le permite. La mujer le dice que deberá consultarlo con su esposo Hunding, que está ausente y volverá pronto para cenar.

        Poco después se escuchan cascos de caballos y ladridos de perros. Sieglinde comunica a su anfitrión que su esposo ha llegado.

        Hunding entra en la choza y se queda contemplando al forastero, al tiempo que dirige a su esposa una mirada feroz e inquisitiva. Sieglinde se apresura a aclarar la presencia del extraño, poniendo al corriente a Hunding de los pormenores de la inesperada visita. También le insta a que le perdone por haber dado cobijo a un extraño sin su consentimiento previo, a lo que Hunding responde que tienen que atenerse a las sagradas normas de la hospitalidad. Pide a Sieglinde que prepare la cena para los tres comensales. El esposo de la joven percibe gran parecido físico entre su huésped y ella. Se queda pensativo, mientras escruta con la mirada al extraño…

        Sentados a la mesa, Hunding se interesa por la identidad del viajero, y le ruega que le cuente a su esposa Sieglinde su historia – si es que se siente más cómodo así -. El aludido acepta, aunque con ciertas reticencias.

        Siegmund comienza su relato diciendo que es hijo de Wolfe (Lobo), también conocido como Wälse. Su padre les engendró a él y a su (ahora) perdida hermana melliza, de la que hace mucho tiempo que no ha vuelto a tener noticias. Un día, Wolfe y Siegmund (o Wolfing, su lobato) habían salido a cazar, y a su vuelta al hogar por la noche, se encontraron con que la casa donde vivían había sido completamente arrasada por los crueles Neidings. Su madre y su hermana habían desaparecido. Quizá habían muerto calcinadas, o quizá habrían sido secuestradas…

        Hunding se siente muy violento al escuchar las palabras del viajero, puesto que él acaba de regresar de perseguir a unos Walsungos – descendientes de Wälse, al igual que Siegmund -, en un fallido y mortal enlace nupcial, e informa a su huésped que, si bien le dejará quedarse esa noche en su choza – ateniéndose a los sagrados ritos de hospitalidad -, a la mañana siguiente ambos habrán de luchar a muerte.

        Siegmund enmudece ante la cólera de su anfitrión, pero la suerte ya está echada. Hunding ordena a Sieglinde que salga inmediatamente del salón, que le prepare una bebida y que le espere en la habitación. La mujer lanza algunas miradas cómplices al forastero mientras se dirige hacia el dormitorio, a la vez que fulmina a su esposo con sus ojos oscuros.

        Nuestro nuevo protagonista se queda de pie frente al fresno, mientras contempla cómo Hunding se retira a dormir con su esposa. Le invaden pensamientos nostálgicos y contradictorios. Su parecido físico con la mujer que le ha hospedado es muy grande. Tiene un presentimiento… Se siente muy cómodo en su compañía, y su presencia le evoca ciertos recuerdos muy familiares…

        Pasados unos minutos, Sieglinde entra de nuevo en la sala principal, sin que Siegmund se percate de ello en un primer instante. Ella susurra su nombre, y él se incorpora dirigiéndose hacia donde se encuentra la hermosa mujer. Sieglinde le dice que no tiene nada de lo que temer, puesto que ha engañado a su esposo, y en vez de una bebida, le ha preparado un potente brebaje con efectos somníferos, para poder así aclarar la delicada situación con su huésped.

        Siegmund le transmite su intranquilidad, a la vez que le pregunta cómo ha podido casarse con un hombre como Hunding. Sieglinde guarda silencio. El viajero le resulta muy familiar. Tiene la sensación de haberle conocido desde siempre… y su aspecto físico le resulta muy atractivo.

        Nuestro personaje vislumbra repentinamente un objeto brillante entre las ramas y el tronco del gigantesco fresno que preside el salón. Se acerca a contemplarlo mejor: es una espada. Algo desconcertado, se dirige a Sieglinde para decirle que Wälse – su padre -, le habló de una espada con poderes mágicos en alguna ocasión.

        Sieglinde comienza a narrarle su delicada y sorprendente historia: en el día de su boda, mientras todos los comensales – familiares de Hunding - se encontraban disfrutando del banquete nupcial, un extraño irrumpió en el salón de la casa y, sin terciar palabra, clavó una espada en el tronco del fresno, e incrustando su larga hoja casi hasta la empuñadura, desapareció. Dijo que se trataba de una espada extraordinaria que sólo podría ser arrancada del árbol por un verdadero héroe. Desde entonces, nadie había conseguido que la espada saliese de aquel tronco…

        Siegmund comienza a asociar acontecimientos, y presa de gran agitación, le pregunta a Sieglinde si no será él el destinatario de la espada que le prometió su padre. Está convencido de que tiene grandes posibilidades de acometer con éxito esta empresa.

        Se acerca al fresno, contempla la espada y coge la empuñadura. Tras un titánico esfuerzo, y entre tremendos chirridos, logra arrancar triunfalmente la espada del árbol. Muy emocionado y agitado, empuña la espada en su mano y la blande hacia uno y otro lado. ¡La espada mágica es suya…! ¡Lo ha conseguido…! Sin duda, este es el momento que llevaba necesitando toda su vida, después de haberse convertido en un proscrito entre los hombres. Llamará Nothung (‘necesitada’) a su espada. Acto seguido, entrega la espada a su hermana y – ahora - novia.

        Sieglinde, al contemplar la hazaña de Siegmund, le confiesa que él es el héroe que había estado esperando toda su vida, y además, es su hermano mellizo al que creía perdido, y del que se ha enamorado por completo. Los dos hermanos se abrazan apasionadamente y se abandonan al amor. Ignoran los trágicos acontecimientos que van a sucederse en breve…

        De nada servirá a Siegmund la posesión de su espada mágica: Wotan intercederá a la mañana siguiente a favor de su rival Hunding, y éste traspasará al héroe con su lanza. En el brutal choque entre ambos combatientes, Nothung (la ‘necesitada’) pierde sus poderes por orden de Wotan, y al encontrarse con el frío acero de la lanza del afrentado esposo, aquélla cae al suelo hecha añicos. Sieglinde, horrorizada, prefiere morir antes que vivir sin su amado, quien yace muerto en la fría mañana otoñal…

Un dios de una colosal humanidad

Los dilemas del dios absoluto Wotan son aún mayores: ha permitido que Hunding, el esposo legítimo de Sieglinde, asesine a Siegmund en combate – otro de sus hijos mortales -, gracias a su propia intercesión en el lugar y en el momento de la feroz riña entre ambos hombres. La presión psicológica que Fricka ha ejercido sobre él le ha llevado a forzar una tragedia más, en la que no hay ni vencedores ni vencidos. Además, su esposa legítima le recrimina haber engendrado a la raza de los Walsungos.

        Por si ésto fuera poco, su hija Brünnhilda – la preferida entre todas las valquirias -, ha intercedido en el combate a favor de Siegmund, salvando a su hermana melliza Sieglinde y huyendo de su presencia divina. Wotan, muy irritado, persigue a su hija con gran furia, y amenaza a sus hermanas con terribles castigos si no le dicen dónde se encuentra Brünnhilda, o si intentan ocultarla. La valiente guerrera deja la protección de sus hermanas y se encara con su padre (‘Vater, hier bin ich’), quien la somete a un castigo que, aún siendo terriblemente doloroso para el dios, cree necesario: sumirá en un sueño profundo a su hija y la rodeará con un círculo de fuego mágico – para lo cual invoca al dios Loge -, que impida que cualquier extraño intente hacerla daño. Sólo un verdadero héroe que no conozca el miedo podrá salvarla y redimirla de su desobediencia mediante el amor.

        Antes, la valiente valquiria le pide a su padre que le explique qué razones le han llevado a tomar tan terrible decisión: ella es su hija, y Wotan debería confiar en ella. Es así cómo el dios, presa de gran agitación, narra desde el principio cómo Alberich el nibelungo robó el anillo de oro que custodiaban las tres hijas del Rhin, y que, renunciando al Amor – cosa que Wotan jamás podría haber hecho -, se convirtió en un tirano y esclavizó a sus propios semejantes, obligándoles a trabajar en las entrañas del Nibelheim para extraer metales preciosos de las minas y convertirse así en el gran soberano. El dios absoluto no podía permitir semejante barbaridad…

        Wotan continúa explicando a Brünnhilda que él también ansiaba poseer el anillo para restablecer el equilibrio existente, y que, por ello, había engendrado a Siegmund y a la raza de los Walsungos. Fruto de la maldición que Alberich profirió sobre el anillo al ser desposeído de éste, se había convertido en un fatal objeto de discordia entre dioses y hombres, nibelungos y gigantes… Muerte y destrucción…

Wotan y Brünnhilda


Siegmund


Die Walküre: un primer acercamiento a la partitura

Primer Acto

Se inicia la obra mediante el preludio orquestal en la tonalidad de Re menor, con la sección íntegra de cuerdas generando unos inquietantes y tétricos trémolos al unísono – octavas superior e inferior -, donde la nota tónica (‘re’) es la gran protagonista. Grupetti ascendentes de cinco notas breves y consecutivas – semiescalas -, seguidos alternativamente por dibujos descendentes de cuatro notas negras – también consecutivas - en staccato, representan la pavorosa tormenta a la que se enfrenta Siegmund.



La Valquiria. Prólogo al primer acto.

A medida que transcurren los primeros compases, se hace patente el excelente dominio que Wagner poseía de los diferentes timbres orquestales. Las maderas graves – contrafagotes y fagotes – se suman con sus timbres característicos al tejido armónico, otorgándole mayor riqueza y potencia sonora a este fragmento inicial.

        Para conseguir el efecto dramático de la tormenta – la partitura lleva la indicación en alemán ‘stürmisch’ (‘tormentoso’) -, el compositor de Leipzig recurre a las alternancias dinámicas (p > f o f > p, por ejemplo). Dichas alternancias pueden parecer bruscas en ocasiones, y aunadas al inquietante y sinuoso dibujo melódico ascendente y descendente de la orquesta, hacen completamente ‘palpable’ para el oyente-espectador que éste se encuentra ante una atmósfera sonora compleja y densa.


Richard Wagner


Segundo Acto

El prólogo a esta segunda parte del ‘drama’ wagneriano tiene un carácter vigoroso y marcial, caracterizado por un fortissimo orquestal en las secciones de cuerdas altas y de viento metal – especialmente las trompetas, trombones y violines -. Los trémolos en las violas contribuyen a crear un clima de agitación creciente, mientras comienza un breve – pero efectivo – contrapunto imitativo entre secciones (imitación de unas voces a otras en octavas más agudas o más graves), donde unas y otras se alternan en la exposición del tema principal:


La Valquiria. Prólogo al segundo acto.


Tercer Acto

Sin lugar a dudas, Wagner despliega aquí todos sus conocimientos de orquestación y de contrapunto en clara yuxtaposición a la inspiradísima melodía de carácter marcial – denominada la ‘Cabalgata de las valquirias’ -, mediante la que el dios Wotan llama sus nueve hijas valquirias para que éstas acudan a escuchar lo que tiene que decirles…

La Valquiria. ‘Cabalgata de las Valquirias’. Tema principal en metales.


        Mediante la elección de la tonalidad de Si menor, nuestro protagonista plantea dibujos sinuosos ascendentes y descendentes en los violines – con pasajes in divisi -, y en las violas – que también se subdividen en dos grupos tocando a una octava de distancia -. Este ingenioso y esmerado dibujo melódico reiterativo consiste en grupetti de seis notas – seisillos – consecutivas, con indicaciones dinámicas cada vez más exigentes y con algunas anotaciones al margen para realizar accelerandi. La sensación de vértigo está conseguida mediante la rápida sucesión de semicorcheas y fusas, mientras que el tema principal emerge en los trombones y trompetas (véase imagen anterior) en el grado V – dominante - de Si menor (‘fa’):

La Valquiria. ‘Cabalgata de las Valquirias’. Tema principal en metales.

        El vertiginoso dibujo en ostinato en las cuerdas - que actúa reiteradamente durante varias páginas de la partitura wagneriana -, contribuye a sostener ese tejido armónico sólido y vigoroso, de manera que no existen fisuras ni ‘choques’ entre líneas de voz. La tensión acumulada por la potencia sonora creciente se canaliza adecuadamente a través de las diferentes secciones de la orquesta, mediante la adecuada utilización de los silencios y de las acentuaciones en los compases adecuados. Admirable labor contrapuntística la del genio de Leipzig, que logra unos resultados sonoros sorprendentemente frescos y sencillos – si tenemos en cuenta la gran dificultad que entraña este pasaje -.

        La uniformidad – que no homogeneidad - está garantizada, y ello realza – si cabe – todavía más el tema principal de este gran episodio marcial. Toda la sección de viento-metal brama en fortissimo, dejando en ocasiones ciertos ‘acordes suspendidos’ – recurriendo frecuentemente a la utilización de acordes (tríada) con séptima -, para finalizar después la estructura melódica en el grado I – tónica -.

El uso del legato – fraseados largos y cálidos - contribuye de una manera decisiva a mantener el tempo dentro de unos parámetros ‘correctos’ – sea cual sea el que se haya escogido por el director musical correspondiente -.

La utilización de la escala cromática de doce notas – tema sobre el que ya se ha incidido en la primera parte de la ‘saga’ que trata de la evolución del contrapunto durante el siglo XX – facilita mucho a Wagner su trabajo a la hora de edificar unas armonías eficaces, contundentes – desde el punto de vista sonoro – y muy ricas en matices (armonía cromática). Una vez más queda de manifiesto que armonía y contrapunto – como ya se explicó – son dos caras de una misma moneda, y que, por ello, deben ir siempre unidas en estrecha colaboración y en perfecta complementariedad.



La Valquiria. ‘Cabalgata de las Valquirias’. Tema principal en metales.


         El final de ‘Die Walküre’ viene marcado por la tonalidad de Mi Mayor, que otorga una semántica diferente a cuanto estaba sucediendo con anterioridad en la partitura. Compases en las cuerdas formados por cuatro grupos (grupetti) de ocho fusas cada uno – obsérvese una vez más la utilización del legato -, en dibujo ondulante y reiterado, conducen a un final suave y delicado - en triple piano (ppp) -, etéreo y cargado de serenidad:


La Valquiria. Página final de la obra.
Un poema egregio


Como muestra de eterna gratitud, el dedicatario del poema que Richard Wagner incluyó a manera de prólogo en el Programa de mano de ‘Die Walküre’, fue – naturalmente - el principal valedor, mecenas y amigo de éste, el Rey Luis II de Baviera. Bajo el título “Dem königlichen Freunde” (‘Al Amigo Real’), el compositor y dramaturgo alemán rendía justo tributo a su principal defensor durante varias décadas de enormes esfuerzos logísticos, económicos y burocráticos.

        A continuación, se adjunta el texto poético íntegro en idioma alemán:

BIBLIOGRAFÍA:

  • DUVERGES, CARLOS J. (Dr.)Ricardo Wagner. La valquiria. Comisión pro-difusión de la obra de Ricardo Wagner. Traducción y notas al castellano del Dr. DUVERGES. Buenos Aires, 1935.
  • CULSHAW, JOHN.- Notas introductorias a “La valquiria”. “En la tierra, la Humanidad de la valquiria”. DECCA. 1959.
  • Die Walküre. Partitura de director (orquesta, coro y solistas). Edit. Eulenburg No. 908 (SCHOTT) (Edición revisada del Centenario).

Bibliografía complementaria:

  • WAGNER, RICHARD. “Dem königlichen Freunde”. Edit. Eulenburg No. 908 (SCHOTT) (Edición revisada del Centenario).

Discografía recomendada:

Richard Wagner (1813-1883):
La Valquiria (Die Walküre)
Primera jornada de la Tetralogía.
Drama musical en tres actos (1856 / Munich, 1870)
4 CD - ADD – Estéreo

Grabación en directo, Festspielhaus Bayreuth, 25 de julio de 1955
Primera edición mundial
Nueva remasterización sonora digital a partir de las tomas originales DECCA. Sonido estéreo.

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http://www.supercable.es/~ealmagro/kareol/obras/walkyria/walkyria.htm

Director:
Cantantes:
Coro:
Orquesta:
Casa:
CD:
Año:

Hans Knappertsbusch
Astrid Varnay, Jon Vickers, Leonie Rysanek, Hans Hotter, Rita Gorr, Josef Greindl.
Festival de Bayreuth
Festival de Bayreuth
HUNT
4 (ADD) (Grabación en vivo)
1958

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Director:
Cantantes:
Coro:
Orquesta:
Casa:
CD:
Año:

Georg Solti
Birgit Nilsson, James King, Regine Crespin, Hans Hotter, Christa Ludwig, Gottlob Frick.
Opera del Estado de Viena
Filarmónica de Viena
DECCA
4 (ADD)
1965

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Director:
Cantantes:
Coro:
Orquesta:
Casa:
CD:
Año:

Daniel Barenboim
A.Evans, P.Elming, N.Secunde, J.Tomlinson, L.Finnie, M.Hölle.
Festival de Bayreuth
Festival de Bayreuth
TELDEC
4 (DDD) (Grabación en vivo)
1991

Enlaces URL de interés para los lectores:

 


Escrito por Pablo Ransanz Martínez
Desde España
Fecha de publicación: Octubre de 2007
Artículo que vió la luz en la revista nº 5 de Sinfonía Virtual.
ISSN 1886-9505



 

 

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