UNA FAMILIA ENCANTADA: LOS BENDA
Antonio Pardo Larrosa
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española presenta una definición del término “encantar” -del latín incantāre- que muy bien podría definir la realidad de esta ilustre familia de músicos y artistas bohemios. Nuestro texto expone, entre otras acepciones la siguiente definición, que a mi juicio parece ser la más acertada: “someter a poderes mágicos”. La magia nos deja indefensos... nos transporta a épocas donde el espacio y el tiempo parecen no tener sentido. Envuelve sutilmente las delicadas notas que a lo largo de la historia transmiten, de generación en generación, la genialidad de toda una familia de músicos que durante décadas vertebraron la realidad musical de Europa. Una Familia Encantada. Tocada por un halo divino –el Dedo de Dios-, la familia Benda jugó un papel fundamental en el desarrollo y evolución de la música durante la transición del Barroco al Clasicismo. Mientras en Europa el largo bagaje musical de los Bach se extendía con paso firme y seguro, el eco de un niño prodigio llamado Wolfgang Amadeus Mozart irrumpía en el panorama musical de la época eclipsando el trabajo de la gran mayoría de los músicos que, por aquel entonces, intentaban abrirse camino dentro de los principales círculos musicales del viejo continente. La familia Benda no fue ajena a estos acontecimientos sufriendo un castigo similar, ya que su carrera estuvo eclipsada, ora por la genialidad de los Bach, ora por la exquisita praxis de los Stamitz, pero su buen hacer como músicos propició que la mayoría de sus miembros acabara perteneciendo a alguna de las cortes más influyentes de Europa. Pero esa es otra historia...
Fueron muchos los miembros de esta ilustre familia de músicos y artistas que a lo largo de la historia contribuyeron de un modo muy significativo al desarrollo y evolución de la música en sus respectivas épocas. En esta ocasión he seleccionado a tres –pero podrían haber sido muchos más- de sus integrantes que en mi opinión destacan por encima de los demás, constituyendo sus vidas y, por ende, su legado musical un buen ejemplo del genio y la creatividad humana.
Como ya ocurriera con la familia de los Bach en Alemania, o la de los Stamitz en Mannheim el prolijo linaje de los Benda, en la bohemia musical del siglo XVIII, se prodigó por toda Europa de una forma muy parecida. Fue una extensa familia de grandes compositores y músicos que destacaron sobremanera en el noble arte de la composición, la ejecución y la improvisación musical. La familia Benda ha aportado, a lo largo de la historia, una tradición musical ininterrumpida, desde la época del primer Jan Jirí Benda, nacido en 1686, en la pequeña localidad bohemia de Mstětice, hasta nuestros días. No es mi intención elaborar una detallada lista de todos los componentes de la familia que se dedicaron de una u otra forma a la música, pero si es necesario reseñar el importante y decisivo papel que alguno de sus miembros desempeñó en las distintas épocas que les tocó vivir.
Johann Sebastian Bach tuvo una prole muy abundante –nada menos que veinte hijos- pero de todos ellos podemos considerar que Carl Philippe Emmanuel Bach, Johann Christoph Friedrich Bach y el díscolo Wilhelm Friedemann Bach, son músicos que merecen una consideración especial. Del mismo modo consideremos a tres de los numerosos integrantes de la dinastía Benda para nuestro pequeño desarrollo. En primer lugar, el Patriarca de la familia, Jan Jirí Benda, un compositor, director de orquesta y violinista de origen bohemio, cuya aportación a la historia de la música europea fue la de fundar una de las dinastías musicales más grandes y longevas de toda la historia de la música clásica. En su juventud estudió violín, viola y canto en el prestigioso Collegium Clementinum jesuita de Praga, donde tuvo un papel protagonista durante la representación de una serie de importantes eventos musicales realizados durante sus primeros años de aprendizaje. De esta época datan alguno de sus mejores conciertos para violín y cuerdas, como el escrito in G major, donde su segundo movimiento, Grave, es la máxima expresión de la Belleza sentida. La familia de los Benda recibió los elogios de sus contemporáneos, entre ellos, los de Johann Sebastian Bach y muy especialmente los de Wolfgang Amadeus Mozart. Jan Jiri y algunos miembros de su extensa familia formaron parte de la Orquesta Prusiana en Versalles durante el reinado de Federico II el Grande, quien además de ser un extraordinario compositor y flautista fue un ejemplar soberano. El monarca se jactaba de haber recibido en su corte a las personalidades más influyentes de la cultura alemana y francesa de su época, tales como el pensador y escritor Voltaire o el gran compositor Johann Sebastian Bach. Su relación con el nombre de los Benda se remonta a los célebres y productivos encuentros musicales que en la corte del monarca tenían lugar entre los compositores más importantes de la escena musical de la época. Entre ellos se encontraban Carl Philipp Emmanuel, hijo de Johann Sebastian; el propio monarca, un joven flautista Sajón llamado Johann Joachim Quantz; el imberbe violinista Frantisek Benda y el patriarca de la dinastía, Jan Jiri Benda, así como la propia hermana del rey, la princesa Amalia.
En segundo lugar, –para mi fue el músico más creativo e imaginativo de toda la familia- Franz Benda —en checo, Frantisek Benda— nacido en Staré Benátky el 22 de noviembre de 1709 y fallecido el 7 de marzo de 1786. Frantisek recibió sus primeras lecciones musicales de la mano de su propio padre y del músico Alexius, que fue el director del coro en la ciudad de Nueva Benátky. Durante nueve años, Benda formó parte del coro en el monasterio benedictino de San Nicolás de Praga, donde también estudió las demás disciplinas necesarias para su formación personal con los hermanos jesuitas. Desde muy joven, profesó una inusitada predilección por el violín, que le llevó con gran mérito a ser uno de los mayores virtuosos de toda su época. Tras pasar unos cuantos años en la ciudad de Dresde, ejerciendo como músico itinerante en diversas fiestas y ferias ambulantes del momento, Franz se estableció en Viena, donde perfeccionó su técnica interpretativa, bajo la tutela y enseñanza y supervisión musical del gran compositor alemán Carl Heinrich Graun, un alumno aventajado del genial compositor y violinista italiano Giuseppe Tartini. Benda se convirtió, gracias a su arte y virtuosismo, en el precursor de una importante escuela de violín en Alemania, que le reportó fama y prestigio dentro de los círculos culturales más importantes de Europa. Frantisek Benda fue un compositor muy prolífico, principalmente de música instrumental, y dejó un gran número de sinfonías, conciertos y sonatas. Quizás, y solo quizás, sus dos conciertos para flauta in E-Minor, y A Major sean de los más hermosos jamás compuestos para este instrumento. Muchos de sus conciertos fueron escritos para violín o flauta solista, que solía interpretar junto al monarca Federico el Grande de Prusia, gran intérprete de flauta. Benda trabajó durante gran parte de su vida en la Corte, bajo el auspicio del rey flautista, que en el año 1771, y tras la muerte del músico Johann Gottlieb Graun, lo nombró maestro de concierto, aunque la terrible gota que padeció en años sucesivos privó a Benda del ejercicio de dicho puesto.
En tercer y último lugar, puede decirse que el músico Jiří Antonín Benda, también conocido como Georg Benda, es el compositor menos conocido de toda la familia, pero no por ello deja de tener su importancia dentro del organigrama musical de su época. Jiří Antonín Benda fue un compositor y violinista de enorme talento que comenzó sus primeros estudios musicales de la mano de los hermanos escolapios en Kosmonosy, bastante antes de que el rey Federico II el Grande –una vez más la figura del monarca se presenta como garante de la creatividad, la originalidad y el genio de esta maravillosa familia de músicos bohemios- le brindara la oportunidad de formar parte como segundo violinista de la orquesta de la Capilla Real en Berlín. Años más tarde Georg trabajó al servicio del Duque de Gotha como kapellmeister escribiendo un gran número de obras religiosas y sinfónicas.
Para concluir esta breve exposición sobre estos tres extraordinarios compositores es necesario matizar lo siguiente: que en su tiempo, la familia Benda, gozó de tanta popularidad y admiración que la música –me refiero a la herencia clásica de la misma- tal y como la conocemos hoy en día no tendría sentido alguno si la fundamentaramos solo a través de los esquemas compositivos que el genio de los Bach o los Stamitz crearón durante la época dorada de la música clásica.
Su legado musical es… “Bendito”, ni más ni menos.
Escrito por Antonio Pardo Larrosa
Desde España
Fecha de publicación: Julio de 2011.
Artículo que vió la luz en la revista nº 0020 de Sinfonía Virtual