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SEMBLANZA DE JUAN PEDRO ESNAOLA Y SU TIEMPO (I) En estos días se han cumplido 200 años del nacimiento de un “precursor”. Para la historia musical europea, 200 años es un tiempo considerable pero no excesivo. Para la historia musical americana es, sin embargo, una enormidad. Sabemos que la música de un pueblo lo acompaña desde su orígenes. Podemos decir entonces que los habitantes originarios de la actual República Argentina desarrollaron actividades musicales desde los comienzos mismos de su historia en nuestra tierra. Debemos decir en este punto que, más allá de cualquier valoración o posicionamiento político, la conquista de América por parte de Europa significó un antes y un después cultural. En América, un recomenzar con la influencia nueva de los conquistadores sumados a los elementos autóctonos que sobrevivieron y se metamorfosearon luego de la Conquista. Durante la mayor parte del período colonial, el territorio argentino dependió del Virreinato del Perú hasta que en 1776, durante el reinado de Carlos III de España, comenzó a formar parte del Virreinato del Río de la Plata que comprendía los actuales territorios de Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay y la parte sur de Brasil. La ciudad de Buenos Aires fue designada como su capital con la intención de resistir mejor a un eventual ataque portugués y para tener un acceso más fácil a España a través de la navegación atlántica. En 1810 se inicia la Revolución de Mayo que derrotó y expulsó al Virrey Cisneros eligiendo en su lugar una Junta de Gobierno integrada mayoritariamente por criollos influídos notoriamente por las ideas emancipadoras de la Revolución Francesa y la Independencia norteamericana. La revolución de Mayo inició el período de la Guerra de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata contra la España colonial (1810-1824). Juan Pedro Esnaola nació en Buenos Aires el 17 de Agosto de 1808 en la casa que el dean Pedro Ignacio de Picasarri hiciera construir entre 1788 y 1791 en las actuales calles 25 de mayo y Bartolomé Mitre, a unos 100 metros de la Plaza de Mayo. Sería bautizado al día siguiente en la Catedral de Buenos Aires por el padre Goiburu que oficiaba como organista en dicha Catedral. Actuaba en esa ceremonia como padrino el Maestro de Capilla de la misma, el sacerdote José Antonio Picasarri, tío de Juan Pedro. Sus padres, José Joaquín de Esnaola y Josefa Teresa de Picasarri, eran españoles provenientes de Guipúzcoa. Aparentemente el linaje de los Esnaola se remonta hasta el siglo XIV por lo menos, ya que en la “Nómina de las Casas Solariegas y de Apellido de la muy noble y muy leal Provincia de Guipúzcoa en el año de mil cuatrocientos y siete”, que se conserva en el Archivo Municipal de Segura, consta la existencia de la casa solar de Esnaola de Legarreta antes de aquel año. José Joaquín descendía de la cuarta rama de la familia, los Esnaola-Gaiztarro radicada en Albistur, y desde allí pasó a Buenos Aires probablemente en 1803. Ese mismo año llega la que iba a ser su esposa, Josefa Teresa de Picasarri, que había nacido en Segura en 1773. Ocurre la Revolución de Mayo de 1810 cuando José Antonio Picasarri estaba entregado a sus ocupaciones como músico y maestro del Seminario en la Catedral. Este hecho cambiará el curso de su vida por completo, dado que Picasarri se mantiene fiel a la causa de los reyes que sus antepasados habían defendido hasta con la vida. No surge de ningún documento que desarrollase alguna actividad política, pero eran conocidas sus convicciones y su adhesión al Obispo, opuesto a la revolución desde el primer momento. Es así que el 24 de septiembre de 1810 aparece incluído en una lista de individuos “expatriados por sospechosos al Gobierno”. Picasarri es confinado a la lejana provincia de La Rioja (Argentina) y recién un año después se le permite volver. Continuó durante un tiempo desempeñando las funciones directivas del aspecto musical de la Catedral cuando surge un movimiento contrarrevolucionario que el Gobierno contrarresta enviando internar a los españoles europeos, tanto eclesiásticos como regulares, 15 leguas al interior de la tierra como medio de evitar la comunicación con los marinos realistas que operaban desde Montevideo. Picasarri es enviado a la localidad bonaerense de Monte y viajan con él su hermana y sus dos sobrinitos (Juan Pedro y Dorotea). El presbítero se encarga personalmente de la educación de su sobrino, aún en aquel apartado lugar vigilado desde la comandancia que se encontraba exactamente al lado, y desde donde conocían hasta el más mínimo movimiento. Durante un breve lapso se aquietan los problemas políticos, la familia Esnaola-Picasarri puede volver a Buenos Aires hasta que la decisión del presbítero de no renunciar a su condición de español le valdría ser expulsado del país en 1818. Con la anuencia de su cuñado decide llevar a su sobrino de casi diez años de edad con él a Europa, donde un jovencísimo Juan Pedro Esnaola tiene la oportunidad de estudiar con importantes maestros en Madrid y en el Conservatorio de París. La situación en España, sin embargo, no es la esperada por Picasarri que no se puede insertar convenientemente. Las posibilidades de recuperar las colonias americanas languidecen a la vez que la situación interna y externa española se complica. Picasarri decide aprovechar una ley del Olvido que se dicta en Buenos Aires en 1822, bajo el gobierno de Martín Rodríguez, y el 29 de junio desembarca en el puerto de Buenos Aires junto con Juan Pedro y Josefa Arrúe, otra sobrina que queda a su cargo luego de quedar huérfana en España. Buenos Aires vive un breve momento de tranquilidad. “En 1824, la ciudad arrinconada entre el Río de la Plata y el Riachuelo, medía apenas una milla a lo largo por media de ancho. La población era heterogénea, de unos 70.000 habitantes y en la campaña otros 20.000. Más de 30.000 eran extranjeros, y entre ellos 8.000 ingleses, 6.000 italianos, 5.000 franceses, 4.000 españoles y portugueses y 3.000 alemanes. Las clases acomodadas eran blancas, y el fondo del pueblo, mestizos, indios, pardos, mulatos y negros.” (1) Menciono aquí algunos párrafos del libro “Juan Pedro Esnaola, una estirpe musical” de Guillermo Gallardo, sobrino bisnieto del compositor. Se describe allí detalladamente cómo el regreso de Picasarri y su sobrino marcan un aporte importante en la historia musical argentina. Ellos, junto a melómanos, entusiastas vecinos y músicos van proyectando el interés por la vanguardia musical europea aun estando a miles de kilómetros de distancia. “Pocos días antes de llegar Esnaola de Europa, un maestro italiano, Virgilio Rabaglio, había lanzado desde las columnas de “El Argos de Buenos Aires” su llamado a los aficionados a la música para la organización de una sociedad filarmónica. (...) Ya al mes siguiente se inician las funciones públicas con un concierto en que se ejecutan obras de Paër, Haydn y otros compositores. (...) Había comenzado a moverse el ambiente musical de Buenos Aires cuando la llegada de Picasarri con su sobrino pone una nota nueva, de mayor refinamiento artístico. El Semanario Argos del 18 de septiembre de 1822 trae un importante aviso: ‘D, Juan Pedro Esnaola (de 14 años!) y Picasarri tiene el honor de anunciar al público que va a abrir una escuela de música bajo la dirección de su tío, D. José Antonio Picasarri’ El programa de concierto para la apertura de la Escuela incluye además de la canción ‘La gloria de Buenos Ayres’ de Picasarri, un concierto de piano de Dussek – cuyo solista fue Juan Pedro Esnaola -, y varios fragmentos de ‘La gazza ladra’ de Rossini. La segunda parte incluye una Obertura de Mozart, un duetto de Puccita, un trío con piano de Paër, y varias arias de ‘La italiana en Argel’, ‘Torwaldo y Dorliska’ de Rossini finalizando con la ‘Inés’ de Paër.” Debemos destacar que este concierto de inauguración de la Primera Escuela de Música de la Ciudad tenía una concurrencia destacada: el Ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia y el de Hacienda Manuel José García. La reunión tuvo lugar en los salones del Consulado, cedidos especialmente para la Escuela por Rivadavia. Como bien dice Gallardo en su libro “quisiera destacar lo extraordinariamente reciente y actual para su época de la música presentada por Esnaola bajo la influencia de su padrino, maestro y mentor. El compositor Paër, cuya ‘Inés’ ocupó preferente lugar en aquellos conciertos era una de las primeras figuras musicales en su tiempo. Desempeñaba a la sazón y desde 1812 el cargo de director de orquesta del Teatro Italiano de París, tarea que luego compartiría con Rossini. (...) Autor de varias misas y oratorios, su ópera ‘Inés de Finzerry’ había sido estrenada en París en 1819, sólo tres años antes de que sus arias se cantasen en Buenos Aires, y un año antes de la llegada de Picasarri y Esnaola a la capital de Francia. Es más que probable que allí lo conocieran y trataran [a Paër], si es que el niño prodigio porteño no estudió composición con él. Las misas a tres y cuatro voces, la de Requiem, Invitatorio, etc compuestas por Esnaola antes de los veinte años hacen pensar en aquella influencia.” (2) Tenemos que decir que justamente una de estas obras, que sólo se conocía por referencias documentales, acaba de ser exhumada en el llamado Proyecto Esnaola que llevan a cabo los músicos argentinos Juan Florentino La Moglie y Norberto Broggini. El pasado 17 de Agosto, el día exacto en que Juan Pedro Esnaola hubiera cumplido 200 años, se ejecutó la Misa a Cuatro Voces de 1826 en la Catedral de Buenos Aires. Su recuperación, en 1970, fue un hallazgo efectuado por el director y musicólogo La Moglie en una iglesia de Banfield (prov. de Buenos Aires). Era una partitura orquestal sin el nombre del autor y de la que se conservaban sólo algunas partes: Kyrie, Gloria, Credo y Sanctus. Estudios posteriores del clavecinista y organista Norberto Broggini, junto con La Moglie, determinaron que se trataba de un ejemplar de la obra considerada perdida y que había pertenecido al copista principal de Esnaola. “Durante el año 1823 intervino Esnaola en la gran función de la Sociedad Filarmónica con ocasión de las fiestas mayas [en celebración del aniversario de la Revolución de Mayo] a cuyo brillo contribuyeron Picasarri, Mariquita Sánchez, su esposo el señor Mendeville y, entre otros, una alumna de Blas Parera junto a los 24 profesores de la orquesta de la sociedad organizadora. Quiere decir que en esa celebración patriótica habían colaborado todos los aficionados y profesionales, dejando de lado las diferencias que pudieron ocasionalmente separarlos, así como también se incorporaron por primera vez las familias realistas a esa clase de festejos.” (2) Va a ser Esnaola quien, de hecho, realizará muchos años después, en 1860, el arreglo finalmente considerado oficial del Himno Nacional Argentino, que con textos de Vicente López y Planes tiene la música original de Blas Parera. En nuestro próximo artículo continuaremos recorriendo la vida y la época de un precursor de la música argentina, quien, junto con figuras como Juan Bautista Alberdi y Amancio Alcorta, no solamente dieron un impulso fundamental a la naciente música nacional sino que intervinieron en la construcción institucional del país.
(1) Mayer, Jorge M., Alberdi y su tiempo. Biblioteca de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires. Buenos Aires, 1973. (2) Gallardo, Guillermo. Juan Pedro Esnaola, una estirpe musical.. Ediciones Theoria. Buenos Aires, 1960.
María Laura Del Pozzo Correo electrónico: lauradelpozzo@yahoo.com.ar
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